martes, 16 de febrero de 2010

Apuntes Jacobeos: Diez personajes compostelanos

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Compostela se hace en torno a la campana. La campana lo va creando todo día a día, siglo a siglo, sin más que dar las horas. Y la niebla es el caos de donde la campana va sacando las cosas... Y si el sol aparece, triunfan los colores: las piedras doradas y calientes, los musgos amarillos, los líquenes, las zarzas, los jaramagos que trepan por las paredes y se conjugan en la juntura de los sillares... Pero luego regresa la niebla y todo vuelve al estado primitivo e informe y no quedan sino la niebla y las campanas... Lo decía Torrente Ballester, (¡no se puede decir más bonito!) y así es Compostela: un ir y venir de lo rígido a lo etéreo, del misterio a la piedra, del cuerpo al espíritu... y viceversa; así es el destino que a lo largo del último milenio miles de hombres han deseado hacer suyo. ¡Hela ahí: entre el Sar y el Sarela...; hela ahí, la ciudad de Compostela...!

Compostela, como cualquier otra ciudad, debe su existencia, su ser, a una serie de factores de los cuales el humano tiene una importancia capital. Sí, en Compostela apareció un sepulcro, pero luego vinieron unos hombres y levantaron una ciudad. Claro que, bien mirado, nosotros no podremos hablar de quienes realmente se pusieron manos a la obra, colocaron piedra sobre piedra hasta levantar las casas y las torres, lucharon por sobrevivir en ella y hasta desgastaron las losas de sus calles con sus zuecos o con sus pies desnudos. Tendremos que conformarnos con mencionar a sus líderes, a los hombres que marcaron el rumbo, obispos y señores; pero recordemos que detrás, sin nombre, mezclados con la masa anónima, estaban los auténticos constructores de Compostela.
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