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Vadeando el arroyo
Otro día lluvioso en Galicia. Tenemos por delante una significativa etapa. Por la distancia a recorrer, por encima de lo recomendado pero también porque en ella entraremos en la última provincia del Camino Francés, La Coruña. Navarra, La Rioja, Burgos, Palencia, León y Lugo ya iban a ser historia. Así que manos a la obra. Bajo la lluvia recorremos los primeros kilómetros. Algunas corredoiras están encharcadas y unas losas ayudan a vadear los arroyos que las inundan. Pronto llegamos a San Julián del Camino que tiene una preciosa iglesia románica del siglo XII.
Otra vez los toboganes, suaves subidas y bajadas que nuestros colegas los ciclistas llaman rompepiernas, ya que cuando los músculos parecen haberse acostumbrado a la subida, la bajada los enfría de nuevo. Y vuelta a empezar. Algo parecido nos ocurre a los caminantes. Pero así de hermosa es Galicia y mantener esa opinión nos ayuda a superar esas leves dificultades.
Iglesia de San Xulián do Camiño
En O Coto cambiamos de provincia. Ya estamos en Coruña. Queda muy poco a Santiago. Bueno, poco relativamente. Poco si lo comparamos con los más de 700 kilómetros recorridos para llegar a Melide donde entramos tras pasar Furelos. Y allí nos esperaban dos gratas sorpresas. Una; cuando el grupo de peregrinos en que más o menos nos integramos se dirigía hacia el centro de la ciudad y pasamos por la puerta de una pulpería, su dueño nos ofreció probarlo gratuitamente. Era bastante temprano y más apetecía un café, pero tanto insistió el hombre que accedimos. Y tenía razón. No sólo lo probamos sino que además nos quedamos allí todos a almorzar caldo gallego y pulpo, ambos magníficos. Con ello se trastocaron un poco los planes horarios pero mereció la pena.
Con la fuerza del caldo y el pulpo y la emoción transformados en energía, acometimos la última parte de la primera y larga etapa coruñesa. Eucaliptos, robles, pinos y castaños se alternan, otra vez, con los prados. Carballal y Boente, Figueiroa y Castañeda, donde estaban los hornos de cal en que los peregrinos entregaban las piedras recogidas en la etapa de Triacastela, Ribadiso y Rendal, entre otras, nos ponen en las puertas de Arzúa, a la que llegamos después de una interminable subida y que atravesamos, muy cansados pero con enorme ilusión, por su calle principal, en realidad, un tramo de la carretera nacional 547.
M & JF
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