sábado, 27 de noviembre de 2010

Apuntes Jacobeos: Peregrinación como hábito

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El eterno peregrino

5.9.- Peregrinación como hábito. Es lo que pudiéramos llamar una peregrinación permanente, un tomar la peregrinación como oficio. Y es que, disfrazados con el hábito de romero, era posible conseguir comida y ayudas con no demasiado esfuerzo. En la Vida y hechos de Estebanillo González nos dice el protagonista: Traté de ponerme en figura de romero para ir a Santiago de Galicia... por ver la patria de mis padres y, principalmente, por comer a todas horas y por no ayunar a todos tiempos...

Estos falsos peregrinos se quedaban a vivir en cualquiera de las ciudades del camino, donde se apropiaban de las limosnas que con abundancia se repartían entre los viandantes más menesterosos. Las ordenanzas municipales compostelanas del siglo XVIII nos aclaran muy bien el problema al disponer la siguiente orden:

El peregrino ruso
Por cuanto, con el pretexto de devoción al Santo Apóstol, vienen muchos forasteros mal dispuestos, más a ser tunantes y vagantes que movidos de auténtica devoción, lo que se demuestra en que suelen avecindar en esta ciudad para usufructuar las copiosas limosnas que reparten los fieles, en perjuicio de los verdaderos pobres, manteniéndose continuamente en traje de peregrino y con poco o ningún arreglo de costumbres; por tanto, se manda por punto general, que los tales peregrinos que entren en la ciudad presenten inmediatamente a las Justicias sus pasaportes, y en el término de tres días el certificado de haber cumplido con las diligencias espirituales, saliendo luego de esta ciudad y de sus arrabales, a sus respectivos países, bajo pena a los contraventores de cárcel para los hombres y hospicio para las mujeres.

Si hemos de creer a la propaganda de la época, este oficio de peregrino no debía ser muy malo. He aquí un texto de finales del siglo XII que nos habla de las bondades de uno de los hospitales de peregrinos y que más parece un folleto turístico sobre algún lugar paradisíaco del Caribe:

La puerta está abierta a todos, enfermos y sanos, y no sólo a católicos sino también a paganos, judíos, heréticos u ociosos... En esta casa se lava los pies a los pobres, se les afeita la barba y se les lava y corta el pelo... También se les ponen suelas a sus zapatos... Mujeres perfectamente honestas, a las que no se le puede reprochar suciedad ni fealdad, se encargan de velar por los enfermos, a los que cuidan con una piedad sin igual... Hay una sala llena de frutas, almendras, granadas, y toda serie de productos de las diversas partes del mundo... Los enfermos reposan en lechos mullidos y bien preparados... Encuentran, además, salas con agua corriente donde se preparan de inmediato baños para aquellos que quieran purificarse de las impurezas corporales. Los compañeros de los enfermos, deseosos de quedar hasta su curación, son tratados con consideración y provistos de todo lo necesario... Finalmente, cuando a alguien le llega la hora de su muerte, es enterrado como lo prescriben las leyes y las Escritura... ¿Quién da más?

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