domingo, 4 de septiembre de 2016

Pontevedra: Capítulo extraordinario de la EOV


Intervención de José Cerdeira en la celebración del Capítulo Extraordinario de la EOV en Pontevedra
Queridos cofrades, queridos peregrinos, queridos amigos…

La experiencia de recorrer la senda de Santiago deja huellas imperecederas. Si el año pasado fue Samos el centro neurálgico de nuestro caminar, hoy le toca a Pontevedra, una ciudad mítica, histórica, humanística, donde el arte tiene el tamaño del hombre sin representar nunca opresión o dominio.

Pontevedra es mítica porque así lo es su origen. Teucro, héroe troyano natural de Salamina, llegó a nuestras costas con un pequeño grupo de helenos y, seducido por los cantos mágicos de la sirena Leucoíña, atracó en esta Ría de suaves brumas y cálidos atardeceres. Así fue o, al menos, así nos lo cuentan los clásicos.

Pero Pontevedra es también historia, e historia antigua. Los romanos, grandes constructores de vías y calzadas, diseñaron el primer camino a un Santiago todavía inexistente. Era su vía XIX, una vía que partiendo de Brácara llegaba hasta Lucus y Astúrica. Este itinerario cruzaba el río Lérez por un puente que, como objetivo militar que era, estaba protegido por una reducida milicia, origen del pequeño núcleo poblacional denominado Turoqua.

Con la desaparición del imperio romano, el viejo puente cayó en el abandono hasta volverse inutilizable. Y con su ruina, aquel primitivo asentamiento fue también olvidado. Los primeros escritos de los monasterios de Lérez, Poio y Tenorio, fechados hacia el año mil, mencionan numerosos lugares próximos, pero ninguna Pontevedra.

Habría que esperar hasta el año 1141 en que una escritura conservada en el Monasterio de Lérez habla de una villa llamada “pontus veteris” en clara referencia al viejo puente. Luego, en 1169, Fernando II concedería el primer fuero a sus habitantes y, en años sucesivos, Pontevedra iría obteniendo nuevas concesiones entre las que destaca el monopolio para Galicia de la obtención de grasa de sardinas así como el secado, transporte y venta de pescado. Finalmente, en 1452, Pontevedra se convierte en el puerto de carga y descarga de Galicia y, en 1467, obtiene el privilegio de una feria franca de 30 días de duración.

Fueron años de bonanza para la Villa, con sus mareantes allegando y procesando el pescado y sus marinos, como los almirantes Paio Gómez Charino o Jofre de Tenorio surcando altivos los mares y participando, por ejemplo, en la toma de Sevilla.

Esa Pontevedra medieval prosperó y se enriqueció de tal forma que, a finales del siglo XV, su burgo era el más poblado de Galicia y su puerto era uno de los más importantes de la Europa atlántica, lideraba el comercio de pescado y en sus astilleros se construían barcos como “La Gallega” con la que Colón alcanzaría el Nuevo Mundo. La Cofradía del Gremio de Mareantes, fundada en este siglo, pronto se convirtió en el motor económico de la ciudad hasta el punto de acometer, con sus propios medios, la construcción de una iglesia tan grandiosa como lo es la de Santa María la Mayor.

Lógicamente, esta Pontevedra próspera necesitó de unas murallas que primero fueron defensivas y más tarde sirvieron como control fiscal de las mercancías que entraban y salían de la villa. Tenía una longitud  de unos dos kilómetros y contaba con siete puertas principales y unos cuantos postigos más pequeños que facilitaban el acceso peatonal. Dentro del recinto quedaban las dos parroquias, Santa María y San Bartolomé, y fuera, los tres conventos medievales de San Francisco, Santa Clara y Santo Domingo.

Desgraciadamente, el siglo XIX, que supuso el renacer de una Pontevedra en decadencia, supuso también, en aras de la modernidad, el fin de parte de su patrimonio material, como la propia muralla, los palacios arzobispales, la iglesia románica de San Bartolomé, los palacios de San Román y de los Churruchaos o el Hospital de San Juan de Dios que pasaron a ser material de construcción de edificios menores cuando no a simple pavimento de calles.

Fuera de las murallas estaba el pequeño barrio del Burgo, asociado al puente medieval, y el importante barrio marinero de A Moureira, verdadero motor de la economía marinera de Pontevedra y cuna de sus principales hombres de mar. Había también un pequeño hospital de leprosos (gafos) que tenía por patrona a la Virgen del Camino, cuya imagen estaba en la capilla de igual nombre que marcaba la entrada a Pontevedra del camino portugués (para los curiosos, estaba en la confluencia de las calles Peregrina y Virgen del Camino, justo en medio de la calle Fray Juan de Navarrete, enfrente de lo que fue el cine Gonviz).

 “Cuenta una leyenda que hubo una virgen que salió de Éfeso para peregrinar a pie a la tumba del apóstol Santiago y, al pasar por Pontevedra, se paró a descansar.”

Al margen de la leyenda, lo cierto es que en los siglos XVI y posteriores, era costumbre que muchos peregrinos de la Francia atlántica peregrinaran a Santiago por vía marítima, desembarcando en Bayona y siguiendo a pie hasta Compostela. Se dice que, en cierta ocasión, unos peregrinos franceses portaban la imagen de una virgen vestida con atuendo de peregrina, imagen que acabaron dejando en la capilla de la Virgen del Camino. Para atender y honrar esta imagen, en 1754 se constituyó una hermandad que acabaría convirtiéndose en la “Cofradía de Nuestra Señora del Refugio, Divina Peregrina”. Lo cierto es que la existencia de dos imágenes en la misma capilla acabó generando algunos problemas que aconsejaron la construcción de un nuevo templo donde alojar la imagen recién llegada.

En esas fechas, mitad del siglo XVIII, la población extramuros de Pontevedra era muy escasa, y concretamente, en la zona en que estamos ahora, situada frente a la puerta de Trabancas, había un importante descampado en el que se situaba el rollo o picota y por donde deambulaban numerosas mujeres que los cronistas de la época califican como “mujeres de partido”.

En sólo cuatro años en este espacio baldío se levantó una primera iglesia de madera, para, dos años más tarde, comenzar la construcción del templo definitivo. El proyecto y dirección de obra fue del sargento de milicias Don Antonio de Souto, y la primera misa se celebró en agosto de 1794. Siete meses más tarde, un rayo derribó la torre norte del santuario, torre que no se restauraría hasta 1873. En 1896 se pasan las campanas de la torre norte a la sur, instalando en la primera las campanas provenientes del derruido hospital de San Juan de Dios así como su reloj. A partir de esa fecha el templo no sufre modificaciones importantes, aunque sí su atrio que entre 1890 y 1953 prescindió de su afamada fuente, sustituida por una amplia y redondeada escalinata.

Desde el punto de vista estructural, la capilla tiene planta circular, de unos 15 metros de diámetro, de la que el cuadrante frontal se ha expandido en casi de tres metros. A la parte posterior se le ha añadido la capilla principal, a la que se adosaron dos pequeñas sacristías laterales formando una cruz. Sobre los ángulos del cuadrante expandido se levantan dos torres que enmarcan una fachada barroca tardía, con formas neoclásicas, presidida por imágenes de la Virgen, Santiago y San Roque, los tres vestidos de peregrinos. En conjunto, su tipología es única en España y sólo es asociable a la tipología imperante en templos portugueses de la época.

La capilla de la Peregrina es el símbolo de una Pontevedra renacida. Aquella villa mortecina de los siglos XVII y XVIII recupera su orgullo con la victoria en Pontesampaio frente a las tropas francesas. En 1833, tras largas y complejas negociaciones, Pontevedra es nombrada capital  de la provincia homónima y, en 1840, consigue rechazar a los vigueses quienes, por las armas, habían decidido recuperar la capitalidad perdida. Fruto de la capitalidad son los nuevos edificios como la Casa del Concejo, la Diputación, el Instituto, el Gobierno Civil o el Banco de España, los nuevos espacios públicos como la alameda de Sesmero y los jardines de Vincenti o los nuevos viales de acceso que toman a esta capilla como el kilómetro cero de la provincia. Así, una nueva vida económica y cultural explosiona en la Pontevedra de la restauración.

En esa época, Pontevedra bulle de tertulias políticas, literarias, históricas y hasta arqueológicas. En 1894, y alrededor de Don Casto Sampedro, nace la Sociedad Arqueológica de Pontevedra, un grupo de personalidades del arte y la cultura que pretenden evitar el expolio y deterioro del patrimonio pontevedrés al que amenazan los nuevos tiempos. Éste sería el origen del Museo de Pontevedra, quizá el museo provincial más importante de España.

En la calle Don Gonzalo, los hermanos Muruais ponen en marcha una famosa tertulia literaria que tiene como base su creciente biblioteca. Andrés, el mayor de ellos, muerto a los 30 años, era un buen y polémico escritor metido a bromista. Su mayor aportación reside en la creación del personaje del Urco, un animal fabuloso, horrendo, inclasificable, que aterrorizaba a la población y que pasó a personificar los carnavales de Pontevedra.

Suyo es también el primer himno gallego, publicado en 1880, que empieza diciendo:

Hirmans, con entusiasmo / cantemos a Galicia
Para nos outra delicia / como ela xa non hai,
E maliofillo ingrato / que como nos non queira
A terra feiticeira / que é nosa doce nai.

Andrés Muruais fue el primer ocupante del nuevo cementerio municipal de Pontevedra. Desde entonces, se dice que los pontevedreses no mueren, se trasladan a San Mauro.

La pasión de su hermano Jesús, un año más joven, era su biblioteca, quizá la mejor biblioteca literaria de la España de su tiempo. Quienes hayan visitado la plaza de Méndez Núñez habrán contemplado una estatua del barbudo Valle Inclán saliendo de la biblioteca de los Muruais.

Pero para hablar de tertulias en Pontevedra no hace falta irse a la casa de los Muráis, ni al Café Moderno (donde se juntaban Manuel Quiroga, Monteserín, Pintos Fonseca, Carlos Sobrino, Laxeiro, Paz Andrade, Alexandre Bóveda, Ramón Cabanillas… y hasta el propio García Lorca quien escribiría sobre sus mesas de mármol un bello poema dedicado a Marie Blanchard), ni al palacete de “Las Mendoza” hogar de músicos y artistas, ni tampoco al pazo de Montero Ríos en Lourizán, desde donde se dirigía gran parte de la política nacional de la época, ni siquiera, años más tarde, a la casa de Filgueira Valverde en la calle Arzobispo Malvar, no lejos de la residencia de Torrente Ballester, y donde se hablaba de cantigas, de arte, de historia y, sobre todo, de su querido museo. No, no hace falta desplazarse porque en esta misma plaza de la Peregrina estaban cuatro de las tertulias más importantes:

Así, enfrente de esta iglesia, donde hoy está la oficina del Banco de Santander, estaba entonces la farmacia de Perfecto Feijoo. Además de farmacéutico, Don Perfecto era músico, fundador del primer coro de Galicia, llamado Aires da Terra, en el que participaron personajes como Said Armesto, Campo Sobrino, Carlos Gastañaduy y hasta el propio Castelao. Pero, amigos, Perfecto Feijoo era sobre todo famoso por su banco, un banco de piedra situado a la puerta de su botica. Por allí pasaron personajes como Eugenio Motero Ríos, Pablo Iglesias, Práxedes Mateo Sagasta, Ramón María del Valle-Inclán, Emilia Pardo Bazán, Miguel de Unamuno… y tantos otros.

A finales de aquel inolvidable siglo XIX la Emperatriz de Francia, Doña Eugenia de Montijo, visitó Pontevedra y entró a rezar a esta capilla. A la salida, es posible que se sorprendiera al encontrarse con un loro lenguaraz, con nombre de revolucionario francés, que ocupaba la ventana frontal de la botica de Don Perfecto. Tan famoso era el loro que a su entierro, efectuado en Mourente el miércoles de ceniza de 1913, acudió todo Pontevedra. El cortejo estaba encabezado por doce jinetes con faroles seguidos de bandas de cornetas y comparsas, tres carrozas, la banda municipal y carruajes diversos que acompañaban el pequeño catafalco portador de los restos embalsamados del loro Ravachol.

Enfrente de la botica de Don Perfecto estaba la farmacia Maquieira, un local en cuya rebotica se hablaba de política, de galleguismo, de música, de ciencia, de esoterismo y de masonería, entre otras cosas. Allí, además del propio Maquieira, se juntaban personajes como Castelao, Losada Diéguez, Sánchez Cantón, Blanco Porto o Iglesias Vilarelle. La farmacia Maquieira, además de ser la sede de la logia masónica “Helenes nº7”, fue el lugar de nacimiento de la Coral Polifónica de Pontevedra.

Al otro lado de la Puerta de Trabancas, justo cruzando la calle, está el café Savoy, lugar de encuentro que vino a sustituir al antiguo Méndez Núñez, situado en el lugar que más tarde ocuparía la hoy calcinada "Moda Ideal"; y a su lado estaba el despacho de Don Casto Sampedro, prohombre de la Sociedad Arqueológica, donde las tertulias eran de pocos componentes pero de muy alto nivel.

Alrededor de las numerosas tertulias fue surgiendo una corriente de contenido galleguista, que derivaría en nacionalista, y que, a la larga, condujo a la formación del "Partido Galleguista". Para su constitución, los miembros del llamado cenáculo de Ourense (Vicente Risco, Otero Pedrayo, Florentino Cuevillas…) se desplazaron a Pontevedra donde firmaron la constitución del Partido junto con los Bóveda, Losada, Cabanillas y el propio Castelao, cuyo despacho, por cierto, estaba justo encima del café Carabela, a cien metros de aquí, despacho en el que trabajó durante los veinte años que van de 1916 a 1936.

La Pontevedra de la restauración, quizá debido a maestros como Feijoo y Sarmiento, se convirtió en el alma política y cultural de Galicia. Salir a la calle era encontrarte con Montero Ríos, Bugallal, González Besada, Fernández Villaverde, Vincenti, García Prieto, Portela Valladares, Cobián Rofignac;  y también con los Unamuno, Echegaray, García Lorca y tantos otros gallegos de adopción.

Está claro que aquella Pontevedra de las luces (fue la primera ciudad gallega en ser iluminada con luz eléctrica) tuvo de todo, a la primera y única mujer almirante, Doña Isabel Barreto, casada con el berciano Álvaro de Mendaña, y al pirata más sanguinario de la historia, Domingo Soto, nacido en la Moureira y ahorcado en Gibraltar…

Pero, aquí termina el romance, aunque no concluya el cuento.

Muchas gracias por vuestra paciencia, que tengáis un buen Camino y que el Apóstol os reciba como os merecéis. Gracias.

José Cerdeira Taboada.
Pontevedra, septiembre de 2016

martes, 14 de junio de 2016

Diez personajes del Camino: San Juan de Ortega


San Juan de Ortega en Burgos

      9.6.- San Juan de Ortega. Juan, que entonces no existían los apellidos, vio la luz en el pueblo de Quintanaortuño, al norte de la provincia de Burgos. Pertenecía a una familia noble y, en cuanto heredó, juntó a los pobres del lugar y repartió la herencia con ellos, incluyéndose a sí mismo como uno más. En cuanto alcanzó la edad adecuada, decidió viajar a Tierra Santa, a conocer los lugares que Jesucristo había hollado y sobre los que había dejado su sudor, sus lágrimas y su sangre. De regreso a su patria decidió levantar una ermita a San Nicolás, santo que al parecer le había ayudado ante el peligro de un naufragio, pero ahí empezaron sus problemas...

      Juan se había hecho discípulo de Domingo, el futuro santo de la Calzada, y como a él empezaron a ocurrirle desgracias que ambos resolvían con su poderosa fe y devoción. El caso era que la ermita no prosperaba pues todo lo que Juan construía por el día se encargaban de destruirlo unos malhechores por la noche. Los bandidos, temerosos de que la llegada de visitantes a aquel lugar les obligara a abandonarlo, insistieron noche tras noche... hasta que la paciencia y perseverancia de Juan les venció. Unos abandonaron el lugar y otros incluso se quedaron a ayudar al futuro santo a levantar su prometida capilla.


      A partir de ese momento, la vida de Juan de Quintanaortuño es una copia de la de Domingo de la Calzada; lo que Domingo hacía por el camino riojano lo hacía Juan en el burgalés. Tendió puentes, trazó sendas por los temibles montes de Oca, limpió una zona de difícil paso llamada Ortiga u Ortega, de donde su posterior apodo, y construyó hospitales y hospederías. Y todo entre milagros y santidad. Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega, el ingeniero y el arquitecto, o al revés, el maestro y el alumno, fueron los mejores y más conocidos cuidadores del Camino. Por cierto, si Santo Domingo de la Calzada es el patrono de los Ingenieros de Caminos, San Juan de Ortega lo es de los aparejadores... ¡no podía ser de otra forma!


martes, 17 de mayo de 2016

Letras Galegas: Manuel María Fernández Teixeiro homenaxeado 2016




Poeta, dramaturgo e narrador, nacido o 6 de outubro de 1929 en San Xoán de Outeiro de Rei. Finou o 8 de setembro do 2004 en A Coruña. Iniciou a súa vida cultural e literaria no Lugo da posguerra, onde estudiou o bacharelato, participando nas tertulias do café "Méndez Núñez" con Pimentel, Fole, Piñeiro ou Ánxel Xohan. Con este último fundaría anos máis tarde, no 1952, a colección Xistral de Poesía.

Despois de estudiar Filosofía e Letras en Santiago, onde estableceu contactos coa Xeración Nós, galeguistas composteláns, así como co pintor Maside, quen máis influíu na súa formación (segundo palabras do propio Manuel María), obtén o título de Procurador de tribunais (1957), trasladándose a Monforte para desempeña-lo citado cargo.

Ver tamén: Manuel María

lunes, 22 de febrero de 2016

Carmen Fariña, la gallega que manda en los colegios de Nueva York

Hija de dos emigrantes gallegos, es la hispana más influyente de Nueva York: dirige el gigantesco sistema de colegios públicos de la ciudad.



ABC: Javier Ansorena, corresponsal en Nueva York

Carmen Fariña tenía once años cuando su padre la subió en un barco mercante en Nueva York, camino de Galicia. Iba sola. Era el viaje inverso que él había hecho unos años antes, exiliado de la Guerra Civil. Lo mismo hizo su mujer, a la que conoció en Brooklyn, donde parte de la comunidad española de la Gran Manzana encontró acomodo. Él era de Sada. Ella, de Vilaboa. Fariña entorna los ojos y los manda seis décadas atrás para recordar el nombre del navío: «el Habana», dice ensoñada, con un español de acento inclasificable, entre la ría de Betanzos y la desembocadura del Hudson. «Tardamos diez días en cruzar el océano».
Su padre era un emigrante decidido a pelear por el futuro de sus hijos, pero que no permitía desconectarse del terruño. Con otros gallegos y asturianos, fundó una escuela, Juventudes Escolares, donde los hijos de la comunidad española surgida en los aledaños de Atlantic Avenue aprendía el idioma patrio por las noches, y donde se bailaba folclore gallego; también un equipo de fútbol, el Segura, que se enfrentaba a otros equipos de españoles de Manhattan, y a veces acaban a limpia bronca.
En casa de los Fariña se hablaba español, se respiraba España. Se discutía la política y se abría la puerta a los recién llegados de Galicia con una maleta de cartón. Por eso acabó Carmen en un buque mercante camino de la tierra de su padre, donde pasó un verano con familiares a los que no conocía. Para entender de dónde venía. «Fue maravilloso. Esos tres meses forjaron el amor que tengo a España», asegura a sus 73 años.
¿Cómo era la infancia en Nueva York de una hija de emigrantes gallegos?
En casa solo hablábamos español. Mi madre nunca aprendió bien el inglés. Mi padre sí, porque trabajaba. Cuando empecé la escuela, a los cinco años, no hablaba una palabra de inglés. Fue difícil, porque entonces los emigrantes éramos pocos y no nos recibían bien. Había una maestra que ni me hablaba, porque yo no sabía el idioma. Hasta que un día fue mi padre a clase para decirle que me prestara atención.
La comunidad española de entonces, ¿estaba muy unida?
Donde yo vivía, en una zona de diez manzanas, la mayoría éramos españoles. Se hacían cosas, como la escuela nocturna o el equipo de fútbol, para que nos conociéramos los jóvenes. Así encontré yo a mi marido y a mis tres mejores amigas. Estábamos muy unidos, pasábamos los veranos juntos, hacíamos picnics. Nos juntábamos grupos de 200 personas. Si alguien venía de Galicia, lo primero era conseguirle un trabajo. Íbamos a la calle 14 a comprar el coñac, el turrón, las cosas de España.
La tentación es consumir el tiempo en historias de los gallegos neoyorquinos de los años cincuenta, en romances en los bailes de los viernes, en el ambiente de las tabernas de estibadores del East River, en las excursiones a Coney Island. Con una presencia sencilla, la melena corta y canosa, lentes de alta graduación y voz cálida, Fariña podría confundirse con una abuela entrañable, que dibuja episodios de un Nueva York que ya no existe, con una sonrisa nostálgica pegada a la boca. Pero no estamos sentados en una mesa camilla, entre dulces y copitas de anís, sino en la sala de reuniones de un imponente edificio neoclásico en el Downtown de Manhattan. Es la sede del Departamento de Educación de Nueva York, un organismo del que dependen 1,1 millones de estudiantes y 1.800 centros educativos, con más poder que muchos ministerios de Educación del mundo. Desde hace dos años, lo dirige Carmen Fariña.
Ella estaba casi retirada, haciendo trabajos de consultoría, cuando el actual alcalde, Bill de Blasio, la llamó para que dirigiera la educación de la ciudad. Después de más de cuatro décadas en el sistema educativo, como maestra, directora o supervisora, era su momento para descansar, disfrutar de sus hijas y sus nietos, calentarse con el sol de Florida y, por supuesto, viajar a Galicia, una cita anual. Pero desde que aceptó la propuesta de De Blasio, no ha vuelto a España. «No tengo tiempo. Si paso más de cuatro días fuera, me pongo nerviosa», se excusa.
¿Cómo le convenció el alcalde De Blasio para aceptar este cargo?
Él necesitaba alguien que conociera a la comunidad educativa y sus problemas. Yo sabía a lo que iba y lo que me iba a encontrar. Me dijo ‘si vienes, te dejaré hacer lo que tú creas necesario para cambiar el sistema’.
Desde su llegada, se ha reducido la tasa de fracaso escolar, ¿cuáles han sido sus otras prioridades?
Establecer guarderías públicas para todos los niños de 4 años, que han beneficiado a 70.000 niños, y han sido un cambio tremendo, sobre todo para las familias de inmigrantes. Mejorar el prestigio de los directores, dar más poder a los superintendentes y más influencia a los padres. También hemos ampliado mucho los programas de educación bilingüe y hemos mejorado la formación continua de los profesores. Por otro lado, antes, si las escuelas no tenían buenos resultados, las cerraban. Ahora tratamos de ayudarlas, de que el cierre sea el último recurso.
¿Es difícil la pelea con los políticos?
No es tanto pelear con los políticos, como que ellos te tengan respeto. Y la mejor manera de ganarlo es hablar con ellos uno a uno. Los grandes avances no ocurren al aprobar una ley, sino en conversaciones en personales, cuando se puede hablar y convencer.
Hablar y convencer es a lo que Fariña dedica su tiempo, sin descanso. Cada semana visita cinco o seis escuelas, entrevista a sus directores, mete el hocico en las clases para ver qué ocurre. Se reúne con legisladores, empresarios, educadores. Todas las semanas tiene al menos dos encuentros con ciudadanos, con padres, con asociaciones de vecinos. Sabe a la perfección lo que ocurre en las clases, porque trabajó en ellas durante décadas. «Sin educación no hay democracia», asegura.
¿Por qué eligió ser maestra?
Las mujeres no tenían muchas opciones en aquella época. Mi padre siempre me dijo: «No seas enfermera ni monja». Para él, que yo fuera maestra era un sueño, aunque apenas fue a la escuela, le educación para él era una posición de importancia. Pero también lo hice porque me encanta ser maestra, aun hoy en día. Tienes mucha influencia en el mundo.
¿Qué personas le han inspirado en su carrera?
Mi padre, sin duda. Fue una persona muy especial. A muchas de mis amigas sus padres no las dejaron ir a la universidad. A los hijos, sí. Pero el mío no hizo distinciones. El día que más orgulloso se sintió fue cuando yo me gradué de mi master, que coincidió con la graduación de mi hermano y de mi hermana, uno del instituto y la otra de la universidad. Nos llevó por primera vez a comer a un restaurante y puso un letrero en su trabajo: «Hoy no vengo porque mis hijos se gradúan».
El restaurante era El Quijote, un local legendario, en los bajos del hotel Chelsea, muy cerca de lo que en la primera mitad del siglo era «Little Spain», con la 14 como Calle Mayor. Quedan otros símbolos de la pujante comunidad española de la época -La Nacional, la Casa de Galicia, los edificios del arquitecto Guastavino-, empequeñecidos ante la imparable fuerza de la población hispana en Nueva York y EE.UU. Hoy los hispanos se sientan en el Tribunal Supremo, firman ‘blockbusters’ de Hollywood y tienen opciones reales de llegar a la Casa Blanca.
¿Ha llegado el momento en el que la comunidad hispana tiene una representación justa? ¿Queda mucho por lograr?
Cada vez está más representada. Cuando me nombraron directora de un colegio del Upper East Side lo primero que dijeron era «por qué necesitamos una hispana aquí». Eso ha cambiado, y lo que te puedo asegurar es todo el orgullo que siente la gente por mí. En el último debate republicano, dos candidatos hispanos se peleaban por quién hablaba mejor español…
El problema no es ser hispano, italiano o lo que sea, sino votar. Tenemos que mejorar el índice de voto. Si el hispano espera tener fuerza, tiene que saber lo que es votar y votar con inteligencia.
El voto latino parece a veces una mercancía que todos se disputan.
Mira, no hay ningún grupo que vote en bloque hoy en día. Cada persona tiene diferentes razones para votar y los hispanos no van a ir a las urnas como una sola persona.
A «Carmiña», como la llaman los cercanos, se le achinan los ojos cuando sonríe. Lo hace al recordar su primer día de clase, hace medio siglo. «No dormí la noche anterior. Todavía me pasa el primer día de curso, aunque no dé clase», confiesa. Fue en el colegio público 29, a pocas manzanas de donde nació. Aún vive en ese barrio de Brooklyn, en el que apenas queda rastro de la comunidad española, desperdigada por los suburbios. Sobreviven un par de bares regentados por españoles. Y Carmen Fariña, la jefa de la educación pública de Nueva York.
La reina Letizia, junto a Carmen Fariña (der.) y una alumna del colegio Dos Puentes, durante su visita a este centro educativo, ubicado en la zona hispana de Harlem, en Nueva York en septiembre de 2014
La reina Letizia, junto a Carmen Fariña (der.) y una alumna del colegio Dos Puentes, durante su visita a este centro educativo, ubicado en la zona hispana de Harlem, en Nueva York en septiembre de 2014- Efe

La torre de Babel educativa

Carmen Fariña no solo está al frente del mayor sistema de colegios públicos de EE.UU., con 1,1 millones de estudiantes y 1.855 centros educativos a su cargo (le sigue, a mucha distancia, el de Los Ángeles, con 700.000 alumnos). Quizá es también el más complicado. La multiculturalidad y la inyección constante de inmigrantes en Nueva York se convierte en un desafío cuando se trata de ofrecer una educación equitativa y de alta calidad.
El 40% de los niños hablan un idioma distinto al inglés en casa y un 13% no habla inglés o lo está aprendiendo. El 41% de los estudiantes son hispanos, mientras que el 27% son negros, el 16%, asiáticos, y solo el 15%, blancos. Además de programas bilingües con los idiomas más extendidos -español y chino-, en las escuelas también se aprende en ruso, árabe, yiddish, francés, criollo haitiano, bengalí o hebreo, y este año por primera vez, también en japonés, polaco y alemán.

domingo, 21 de febrero de 2016

La EOV celebra su XLIX Capítulo Ordinario en Madrid


José Luis Pardo, José Cerdeira, Antonio Rodríguez Miranda, Valentín García y Señora y Carlos de Blas
en el XLIV Capítulo Ordinario de la Enxebre Orde da Vieira.

El secretario xeral de Política Lingüística, Valentín García Gómez, ha recibido la Enxebre Orde da Vieira, un diploma otorgado anualmente a algunas de las figuras más destacadas de Galicia como reconocimiento a su vinculación con la Comunidad que los insta, además, a continuar su labor.
El encargado de entregarle la insignia de la asociación en el 49ª edición del Capítulo Xeral da Orde da Vieira en Madrid, así como de otorgar los 'Premios Galeguidade 2016' fue el secretario xeral de Emigración, Antonio Rodríguez Miranda, según ha explicado la Secretaría Xeral de Emigración este domingo en un comunicado.
El homenajeado ha hablado en nombre de todos los nuevos integrantes de la orden y ha recordado las palabras de Ramón Piñeiro, que afirmaba que los gallegos los eran por "nación", mientras que eran "españoles por historia" y "europeos por cultura".
En esta línea, ha elogiado la lengua gallega, un "idioma franco de trovadores y 'cantigas' medievales" que lo "extendieron y perpetuaron" por la Europa que "construyó castillos, basílicas y catedrales" y que hoy se emite por "Internet, satélites y redes sociales".
NUEVOS MIEMBROS DE LA ORDEN
En este contexto, junto a García Gómez, han sido nombrados como caballeros de la orden el meteorólogo en Televisión Española, Martín Barreiro; el músico Manuel Budiño, el director de 'Informe Semanal', Jenaro Castro, el teniente general José Manuel García Sieiro, el empresario residente en Panamá, Jovito García Villaverde y sus homólogos en Estados Unidos, José Rogelio Gestal y Mario Pérez de Rivera.
Además, han recibido la distinción el presidente del Grupo Anjoca, Ángel Jove Capellán, los abogados Marcial Martelo de la Maza y Gonzalo Rodríguez-Murullo, el presidente de Steelcase Iberia, Alejandro Pociña, el presidente de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, Carlos Romero, el coronel auditor del ejército, Antonio Troncoso de Castro y el ex presidente de Walt Disney, Francisco Javier Vasallo.
Rodríguez Miranda les ha trasladado su deseo de que su "fuerte vinculación" con Galicia, "se haga aún más grande", así como de que continúen su labor en el "desarrollo y el progreso" de la región. Así, ha subrayado la relevancia de las personas vinculadas a la orden en diversos ámbitos, que proyectan la imagen de una Galicia moderna y real en todo el mundo.
RECONOCIMIENTOS
Asimismo, ha hecho entrega de los Premios Galeguidade 2016, que han concedido la orden como persona física al presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), Antonio Bonet Correa. Además, ha sido galardonado el Grupo Empresarial Calvo como persona jurídica, mientras que el Grupo Empresarial Gadisa ha recibido la orden a la comunicación social por su campaña 'Vivamos como galegos'.
En el acto también se ha hecho entrega de los galardones Madrigalegos de Ouro 2016. El de comunicación fue entregado al periodista y escritor Vicente Araguas; el del mérito jurídico, al magistrado del Tribunal Supremo José Manuel Sieira Míguez; el del mérito en el servicio público, al almirante Francisco Torrente; el del mérito en la Sanidad, a la doctora María Eugenia Blanco Cachafeiro; y el del mérito empresarial al presidente del Grupo Delvesa, Amando Veiga Corral.
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