lunes, 28 de junio de 2010

La escarcela y la calabaza

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Peregrino con escarcela adornada con concha de vieira en Santa Marta de Tera

4.3.- La escarcela y la calabaza.- Ambos elementos aseguraban las necesidades básicas de alimento y bebida. Sin embargo, el peregrino, confiado plenamente en la Providencia divina, se conformaba con unas escasas provisiones por lo que ambos elementos eran, debían ser, de pequeño tamaño.

En concreto, el saco, escarcela o pera debía ser estrecho de boca, indicando que poco era lo que necesitaba el viajero que confiaba en Dios. Debía estar hecho de cuero de bestia muerta, recordando con ello la necesaria mortificación de la carne con el frío y la desnudez, con el hambre y la sed de los ayunos, con las penalidades y trabajos del camino. Y, por último, debía ser abierto y sin ninguna atadura, como renuncia a lo privado y como disposición para dar y confiar en las limosnas ajenas.

Calabaza de peregrino ( lagenaria siceraria ).

Por su parte, la calabaza era de las de doble vientre, adecuada para contener agua o vino. Su capacidad solía ser algo inferior al litro y el peregrino la llevaba colgada de un gancho dispuesto a tal efecto en el bordón.

A pesar de las espartanas condiciones que escarcela y calabaza parecen sugerir, no siempre la vida del caminante era tan parca en el comer y el beber. Ya el Calixtino ataca los excesos del vino recurriendo al dicho el vino y las mujeres hacen apostatar al sabio; y continúa con los siguientes dípticos:

No te dejes de Venus vencer ni tampoco del vino
pues de la misma forma Venus y el vino dañan.
Venus enerva las fuerzas y Baco a su vez, excesivo,
entorpece el paso debilitando los pies.
Pero, a pesar de los consejos calixtinos, unos versos de don José Zorrilla demuestran que, siete siglos más tarde, aún pervivía ese mal en el Camino:

Caminaba un peregrino
en una noche serena
con la calabaza llena
de muy exquisito vino...
Claro que la asociación entre Baco y Venus había sido un tanto casual y, en realidad, era Venus quien preocupaba de verdad al autor del Códice. Durísimos son sus ataques contra aquellas criadas de los hospedajes del camino que por motivos vergonzosos o por ganar dinero, instigadas por el diablo, se acercan al lecho de los peregrinos. Y aún más a las rameras, llamémoslas profesionales, para las que pide terribles escarmientos. Dice:

Las meretrices que por estos mismos motivos entre Puerto Marín y Palas de Rey, en lugares montañosos, suelen salir al encuentro de los peregrinos, no sólo deben ser excomulgadas, sino que además deben ser despojadas, presas y avergonzadas, cortándoles las narices y exponiéndolas a la vergüenza pública.

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