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Frómista y todos las emociones vividas allí nos despiden con una curiosa estatua jacobea. Una simple plancha de metal, en la que se ha recortado la silueta de un peregrino con su bordón y las estrellas que guían su camino, marca el inicio de la ruta hacia Carrión de los Condes.
Revenga de Campos y Villarmentero, en plena Tierra de Campos, serán los siguientes hitos de nuestra etapa. Una sencilla pista en paralelo a la carretera asfaltada nos guía sin pérdida posible. Infinitos campos a ambos lados nos acompañan, salpicados por escasos árboles y por suaves lomas, pero yerra quien pueda considerar este paisaje como monótono. Al peregrino no le disgusta en absoluto. Ese sereno paisaje y la travesía de las humildes y pequeñas localidades que atravesamos nos sirven para almacenar sosiego, que nos será necesario para afrontar otras etapas más difíciles. Próximos al punto kilométrico que marca la mitad del Camino, constatamos cómo nuestro ánimo se nutre de distintas formas.
La cordillera cantábrica desde la Tierra de Campos
Algunas veces, las emociones y sensaciones más intensas nos sirven para transformarlas rápidamente en la energía precisa para momentos más duros. Recordamos, por ejemplo, las tentaciones de abandono que tuvimos en Zariquiegui, Navarra. En esa ocasión, lograr ascender al Alto del Perdón y contemplar aquel inolvidable mar de nubes, nos dio la moral precisa para continuar.
En otras, como en esta etapa de placidez y serenidad, vamos acumulando paz interior y tranquilidad de ánimo que, a su vez, nos darán la energía moral y física que, sin duda, necesitaremos más adelante.
Y cómo no, también nutre nuestro ánimo la contemplación de la obra de Dios. Unas veces, gozando de los paisajes que nos da la naturaleza, con escenas y momentos en los que las montañas, los árboles, los arroyos y los caseríos parecen estar en el sitio exacto que da sentido al conjunto. Otras, a través de las obras de arte o de la ciencia, como nos sucedió en la etapa de ayer, en que llegábamos a Frómista.
Pórtico iglesia Villalcázar de Sirga
El caso es que, con semejantes depósitos de moral, enseguida llegamos a Villalcázar de Sirga, otra de las joyas del arte palentino. Antigua sede de una encomienda de los Templarios, nos ofrece hoy la belleza de su Iglesia de Santa María La Blanca, de la que nos parece imprescindible admirar el pórtico cubierto de su fachada Sur, la que se ve desde el Camino. Es mejor recomendar su visita que tratar de explicarlo…
Retomamos el camino dirección Carrión de los Condes, fin de la etapa y de la que apenas nos separaban unos pocos kilómetros. Cargados de energía, como decíamos, llegamos a Carrión donde nos dio tiempo a callejear, visitar el monasterio de Santa Clara, las Iglesias de Santiago, de la Virgen del Camino y la del Espíritu Santo - donde nos sellaron la credencial - y concluir en el Monasterio de San Zoilo, donde resulta imprescindible admirar su claustro.
M&JF
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