jueves, 4 de marzo de 2010

Prisciliano de Ávila

Compostela, como cualquier otra ciudad, debe su existencia, su ser, a una serie de factores de los cuales el humano tiene una importancia capital. Sí, en Compostela apareció un sepulcro, pero luego vinieron unos hombres y levantaron una ciudad. Claro que, bien mirado, nosotros no podremos hablar de quienes realmente se pusieron manos a la obra, colocaron piedra sobre piedra hasta levantar las casas y las torres, lucharon por sobrevivir en ella y hasta desgastaron las losas de sus calles con sus zuecos o con sus pies desnudos. Tendremos que conformarnos con mencionar a sus líderes, a los hombres que marcaron el rumbo, obispos y señores; pero recordemos que detrás, sin nombre, mezclados con la masa anónima, estaban los auténticos constructores de Compostela.




Ver también: Egeria,  Diego Gelmírez

San Martín de Tours,
miniatura de misal
3.1- Prisciliano. Quizá no deberíamos considerar al obispo Prisciliano como un personaje compostelano, pero la leyenda del enterramiento del Apóstol Santiago en la verde Galicia parece correr paralela a la conversión de Prisciliano y el priscilianismo en un mito. Ello hace que todos los Años Santos renazca el asunto Prisciliano como una idea-oposición a la ortodoxia religiosa del camino de Santiago.

Prisciliano nació en la primera mitad del siglo IV de nuestra era. Quizá naciera en la Menfis egipcia, según indicaba la vieja Larouse, lo que explicaría sus andanzas por Libia, sus conocimientos de las filosofías orientales y su amistad con San Agustín; también es posible que naciera en la Aquitania francesa, lo que explicaría sus estudios bordeleses y su amistad con san Martín de Tours pero, tal vez lo más probable es que tuviera razón el obispo de Córdoba que le citaba como oriundo de la noroccidental Gallaecia. En cualquier caso, Prisciliano tuvo la esmerada educación que correspondía al hijo de una familia noble y adinerada como la suya, educación que le proporcionó un gran dominio tanto de las viejas religiones locales como de las exóticas filosofías orientales. Su renuncia a las comodidades terrenales, fruto de la idea básica oriental de que la felicidad está en la eliminación del deseo y no en la satisfacción del mismo, debieron enfrentarle rápidamente con el clero de la época, a lo que también ayudarían sus habilidades oratorias y el importante grupo de seguidores, hombres y mujeres sin distinción, que logró reunir en torno a sus ideas.

San Martín de Tours compartiendo su capa
con el mendigo. El Greco
El éxito y las formas de actuar de Prisciliano, para entonces obispo de Ávila, debieron generar recelo y envidia en la diócesis metropolitana de Mérida cuyo arzobispo Idacio levantó contra él numerosas acusaciones, quizá calumnias, que le llevaron ante los tribunales. Un sínodo convocado al efecto en Caesar Augusta no pudo condenarlo personalmente por estar ausente, pero aprovechó para condenar sus doc-trinas por heréticas. Sin embargo, el posterior concilio de Burdeos sí alcanzó un fallo condenatorio contra el que Prisciliano recurrió ante el poder civil.

Prisciliano confiaba en su influencia sobre el emperador Teodosio para salir bien parado del juicio, mas no contaba con los avatares de la política: mientras se esperaba la vista de su causa, el usurpador Clemente Máximo (dux Britanniarum) se hizo con el poder, y la necesidad de ganar adeptos entre los miembros de la iglesia oficial le convenció de la bondad de apoyar las acusaciones. En el año 385, y pese a la defensa que de él hizo san Martín de Tours, Prisciliano fue decapitado frente a la Porta Nigra de Tréveris. Años más tarde, su cadáver debió ser traído a Galicia por sus discípulos y enterrado en algún lugar desconocido de nuestra querida tierra.

Prisciliano, enemigo declarado del vino y de la buena vida, asceta y casto, amigo de subir montañas con los pies descalzos para orar en salmodias y bailes bajo las estrellas, precursor del sacerdocio femenino y líder de una cofradía precoz de místicos melenudos vestidos con sayas blancas, fue acusado de herejía, magia y delitos sexuales. Curiosamente, él fue el primer cristiano muerto por la voluntad de otros cristianos como consecuencia de opiniones religiosas.

El emperador Teodosio
Pero, al relacionar a Prisciliano con Galicia debe tenerse cuidado con su delimitación histórica, pues el no hacerlo podría conducirnos a error. Los textos antiguos nos dicen que Prisciliano nació y, tras su muerte, fue traído y enterrado en Gallaecia; pero la Gallaecia de entonces abarcaba todo el noroeste peninsular, casi toda la parte de Hispania comprendida al norte de Gredos y al oeste de la cordillera Ibérica. Por eso fue obispo de Ávila, una parte de Gallaecia, y por eso pudo nacer en el norte de Portugal, o en el Bierzo, o en Cantabria; y pudo ser enterrado en Asturias o en Astorga. Nada relaciona a Prisciliano con la Galicia actual salvo, si acaso, la fuerte implantación de sus ideas en alguna zona gallega, como la del Salnés, ideas que, por otra parte, también tuvieron fuerte implantación y persistencia en otras zonas fuera de nuestra tierra como, por ejemplo, el Bierzo.

Por eso, cosas oirán ustedes raras y extrañas..., pero, hoy por hoy, sin auténtico fundamento. Cierto es que  la presencia de los restos del Apóstol en la tumba compostelana no es un hecho científicamente probado, no obstante, existe una tradición y existen una serie de pruebas indicativas que, debido a su concurrencia, hacen creer a algunos en esa presencia. En cuanto a lo de Prisciliano...

No hay comentarios:

Publicar un comentario