miércoles, 2 de diciembre de 2009

El movimiento del botafumeiro

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2.5.- El movimiento del Botafumeiro. Normalmente el botafumeiro reposa tranquilamente en la biblioteca de la Catedral. Sólo con ocasión de las veinticinco solemnidades del año litúrgico, o cuando alguna ofrenda o peregrinación lo justifican, el incensario es traído, colgando de un palo apoyado en dos hombres, hasta el centro del crucero y atado a la cuerda que va a suspenderlo del mecanismo del que ha de columpiarse.

Un confuso rumor surge al punto / de las gentes que llenan el templo,
y agitándose todos / como mar revuelto
las miradas convergen ansiosas / de la nave al centro
donde pende de la recia maroma / el Botafumeiro.
(José da Viña Trasmonte)

Cuando el botafumeiro ha sido cuidadosamente atado a la gruesa maroma, los tiraboleiros ocupan sus puestos a la espera de que uno de ellos dé el empujón inicial y empiece a marcar, con su voz, el rítmico tira y afloja, el sube y baja que ha de transformarse en el armonioso ir y venir del incensario. El recorrido va aumentando oscilación tras oscilación, y así también la velocidad de pasada con su humeante rastro de fuego y de incienso.
 

 
Cruza raudo, soberbio, humeante, / el amplio crucero;
y la altura remonta, y de pronto, / desciende ligero,
y pasa zumbando, / llameante su entraña de fuego,
y de nuevo la altura remonta, / y baja de nuevo
larga estela en pos suyo dejando / de oloroso incienso;
en pos suyo arrastrando de todos / los ojos atentos.
(José da Viña Trasmonte)

La gente que lo observa encoge sus cabezas cada vez que pasa, y contiene su respiración en un reverencial temor a que salga despedido en cualquier momento; pero, vez tras vez, el grandioso péndulo marca su arqueado camino sin otra incidencia que el humo y el olor que lo invaden todo. Sin embargo, no siempre fue así. Vez hubo en que la sensación de que iba a salir despedido por uno de los extremos del transepto se convirtió en realidad y el tradicional temor se convirtió en pánico. La historia nos recuerda el caso acontecido a finales del siglo XVI, estando presente Catalina de Aragón, la hija de los Reyes Católicos y futura esposa de Enrique VIII, a punto de embarcarse para Inglaterra. El incensario salió disparado por el ventanal que da a la plaza de Platerías. En otra ocasión, el jueves de Corpus Christi de 1622, el botafu-meiro se estrelló contra el suelo de la basílica quedando materialmente destrozado. Pero, en los dos casos de accidentes conocidos, el Apóstol estuvo al tanto y en ninguno de ellos hubo herido alguno.

La ceremonia del botafumeiro dura unos veinte minutos, tras los cuales la amplitud de la oscilación va disminuyendo hasta que, en un momento dado, el jefe de los tiraboleiros desafía su movimiento e interponiéndose en su camino lo frena hasta detenerlo. Acabado su basculante recorrido por el cielo de la Catedral, el grandioso brasero debe ser limpiado de brasas y cenizas para retornar de nuevo a su retiro bi-bliotecario.