domingo, 15 de noviembre de 2009

La ofrenda al Apóstol

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2.4.- Ofrenda al Apóstol. La ofrenda nacional al Apóstol tiene su origen en una disposición del rey Felipe IV, hecha el 17 de junio del año 1643, por la que se comprometía a destinar anualmente mil escudos de oro al culto del Apóstol en su iglesia de Compostela. La ofrenda tenía el propósito de servir de desagravio por las dudas que la Monarquía había mostrado sobre el patronazgo del Apóstol Santiago sobre España.

Aunque el patronazgo del Apóstol suele remontarse a la batalla de Clavijo, o más exactamente, al Voto concedido en el año 834 por el rey Ramiro I, la historiografía ha demostrado la invalidez de aquel Privilegio. Sin embargo, la influencia del documento debió ser lo suficientemente importante como para consolidar ese patronazgo sin que ningún otro documento viniera a ratificarlo. El asunto no levantó ninguna polémica especial hasta finales del siglo XVI, momento en el que comienzan a cuestionarse parte de las leyendas relacionadas con la predicación y posterior enterramiento del Apóstol en España.
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Por otra parte, coincidiendo con el decaimiento de las peregrinaciones y el cuestionamiento de las viejas leyendas, ocurre la beatificación de Teresa de Ávila y la consiguiente expansión del fervor popular hacia la Santa. Ante esta situación, la Orden de los Carmelitas Descalzos propone, en 1617, a las Cortes de Castilla el nombramiento de la nueva santa como copatrona de España junto con el apóstol Santiago. En un principio las Cortes se mostraron receptivas a la idea, mas las quejas de numerosas iglesias relacionadas con el culto al Apóstol (Granada, Sevilla y, por supuesto, Compostela) hicieron la decisión inviable. La contienda entre santiaguistas y teresianos duró veinte años, hasta que en 1627 Felipe IV se inclinó por el patronazgo único del Apóstol.

Durante los veinte años de disputas, la iglesia Compostelana formó un frente común de escritores, la mayor parte de ellos relacionados con las propias instituciones jacobeas, pero otros escribiendo por impulso personal o, incluso, a sueldo (como el propio Francisco de Quevedo). Su argumentación consistía en afirmar la preeminencia del Apóstol por cuanto fue su predicación la que posibilitó que Teresa fuera cristiana. Por otra parte, recurrían a fundamentos jurídicos intentando demostrar la incapacidad legal del poder civil para alterar un patronazgo de derecho divino.

Los partidarios de la Santa, también llamados antisantiaguistas, basaban su argumentación en el lado piadoso del asunto, en lograr el reconocimiento de un nuevo tipo de religiosidad, intimista y místico, alejado del tradicional belicismo jacobita, que enriquecería la iglesia en general. La victoria final fue más una cuestión política que religiosa: triunfó, como era de esperar, la salvaguarda de los valores tradicionales y las glorias de España.
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El episodio quedó así zanjado y el Apóstol desagraviado mediante la ofrenda hecha por el monarca. Pero, curiosamente, durante las Cortes de Cádiz, en 1812, renació de modo sorprendente: unos diputados laicos proclamaron patrona de España a la santa de Ávila en detrimento del apóstol viajero. Ni que decir tiene que la defensa de la Santa corrió a cargo de los diputados liberales mientras que fueron los conservadores los encargados de defender los tradicionales derechos del señor Santiago.

Como cabía suponer, Fernando VII restituyó de inmediato las cosas a su estado anterior y, con algunas cortas etapas de interrupción en el reinado de Isabel II y durante la II República, el patronazgo y la correspondiente ofrenda al Apóstol llegó hasta nuestros días sin mayores cambios.
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La ofrenda al Apóstol no debe ser confundida con el Voto de Santiago, éste mucho más antiguo pues se supone concedido el 25 de mayo del año 834 por Ramiro I en Calahorra. El Voto obligaba a todos los campesinos de tierras conquistadas a los musulmanes a pagar un diezmo a la iglesia de Santiago como reconocimiento a su intervención a favor del bando cristiano:

Tras esta victoria inesperada por la milagrosa aparición del beatísimo Santiago, patrono y defensor nuestro, decidimos ofrendar al mismo este don perpetuo. Por eso establecemos para toda España y lugares que Dios permita liberar de los sarracenos, y en nombre del apóstol Santiago, que se dé cada año y a modo de primicia una medida de grano y otra de vino por cada yunta de tierra para sostenimiento de los canónigos que residan y oficien en la iglesia de Santiago. También concedemos y confirmamos que cuando los cristianos de toda España invadan la tierra de los moros, den del botín obtenido la parte que le corresponda a un guerrero montado.

El documento anterior, en que se basa el Voto, es un documento falsificado que, no obstante, sirvió para enriquecer enormemente la iglesia compostelana, especialmente después de la conquista de Granada. El Voto de Santiago fue definitivamente derogado por las Cortes de Cádiz en 1812 (justo antes de desposeer también al Apóstol Santiago del patronazgo de España en favor de Santa Teresa).