lunes, 7 de febrero de 2011

Cervantes, Benavente y la Ínsula Barataria

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César Brandariz identifica en Sanabria y en territorios próximos la mayoría de los paisajes del Quijote

Don Quijote, por Zuloaga

Luis Astrana Marín y otros autores no han reconocido ni el paisaje manchego (¿dónde sierras, peñas, cuevas, valles, fuentes, majadas…?) ni la fauna ni la flora (¿truchas, osos, bueyes, castaños, hayas?), ni sus supersticiones (¿la Santa Compaña?) o sus juegos (¿barra, pelota, bolos?) en el Quijote. Más bien son propios de León, Galicia, Asturias o Cantabria. Por su parte, Brandariz identifica la «Ínsula Barataria» como Benavente y vincula 18 capítulos de la segunda parte con la crónica que Andrés Muñoz escribió en 1554 sobre «El viaje de Felipe Segundo a Inglaterra» en la cual hay un apartado titulado «Las fiestas que el conde de Benavente hizo en su villa al príncipe» (publicada por la Sociedad de Bibliófilos Españoles en 1877). Son los dos mejores hallazgos que afirma haber hecho en su libro «El hombre que hablaba difícil».

—El lugar tenía «mil vezinos». En efecto, Benavente tenía más o menos cuatro o cinco mil habitantes, muy lejos de otras candidatas a ser Barataria, como la aragonesa Alcalá de Ebro.

—Cercas y murallas. Benavente estaba cercada y un castillo.

—Entre sus iglesias había una que se llamaba la Mayor. Santa María la Mayor sigue siendo la principal.

—La doncella encerrada dice que «se corrían toros». Allí pervive la tradición de los toros «enmaromados».

—Se «representaban comedias». Cervantes pudo asistir de niño a representaciones de Lope de Rueda.

—Sancho encuentra al morisco Ricote entre los «peregrinos tudescos». Benavente está en el camino de Santiago.

—Sancho se dirige al Castillo de Verano del Duque y cae en una «sima» de media legua. Benavente, además de ser una sede ducal, se encuentra próxima a las ruinas del campamento romano de Petavonium (Saxonia, Sansueña), cuyo foso tiene esa medida.

—Don Quijote alude a las «campanas de Sansueña». Es una tradición comarcal, en Sansueña y el valle de Vidriales.

—Sancho dice que la Duquesa es «señora de Aragón». Doña Mencia Zuñiga y Requesens provenía de la nobleza aragonesa.

—Don Quijote tiene una aventura con «leones mansos». El viajero Jerónimo Münzer habla de leones mansos en el castillo de Benavente en 1500.

—La lucha con los carneros en «la Polvoraria». Muy cerca está «La polvorosa», zona de transhumancia. También hubo batallas entre moros y cristianos durante el siglo IX.

—El «lavatorio de barbas». Burla histórica de los conde duques de Benavente al embajador de Portugal documentada por Luis de Zapata en su «Miscelánea».

—El nombre de «Barataria». Tras las luchas entre Pedro el Cruel y su hermanastro, que más tarde sería Enrique II, éste cedió Benavente al noble portugués que le ayudó, Juan de Pimentel, quien será conde duque de Benavente. Así pues, era barata.

Antonio de Nebrija recomendaba en su «Gramática castellana» que se escribiera como se pronunciaba. Como Cervantes no pronunciaba como castellano, tampoco escribía a su manera. Tenía ronca y grave voz y era algo tartamudo: un «hombre que hablaba difícil». Brandariz recomienda volver a ediciones anteriores a las «traducciones» que «normalizaron» su escritura a partir del siglo XIX (Clemencin y Harztzebusch). Al hacerlo, se «escuchará» a un autor que aprendió a hablar en un entorno de influencia gallega y astur-leonesa. Estas son sus características:

—Fonéticas: Siempre usaba la «x» cuando muchos ya sólo empleaban la «j». Escribía profusamente con cedilla «ç», Cerraba la vocal átona «o» en «u» («pusible» por «posible»), como en el castellano astur-leonés. Confundía la «v» labiodental fricativa y la «b» simplemente bilabial, algo típico de Galicia y Portugal, además de usar la «u» por «v» (firmaba Saauedra). Problemas con la «f» y la «h». Mantenía la «ss» sibilante sonora que en Castilla se había ensordecido. Seseaba con la «z» como en el Noroeste y en Levante. Y se intuye la «geada» (decir «Lujo» por «Lugo») como en zonas de influencia galaica.

—Morfológicas: Como sanabrés, obviaba la«r» final del infinitivo ante el pronombre enclítico («dalle» por «dar a él»). Prefería la «y» a la «i» («ayre»).

—Sintácticas: Anacolutos (cambios en la construcción de la frase: «Eso puedes tú decir bien»). Doble negación por conjunción coordinante («Se me revuelve el alma no que el estómago»). Y el «loísmo» propio de zonas de influencia leonesa y galaica cuando en el centro lo es el «leísmo».

Ver también:  El Mundo 20110208

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