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Logotipo oficial de la conmemoración del octavo centenario de la venida de San Francisco de Asís a Compostela, diseñado por el artista lalinense Antón Lamazares. |
Un buen día, entre noviembre del año 1213 y la Semana Santa del 1215, el Santo de Asís debió presentarse en Compostela.
La reciente victoria de los reinos cristianos sobre las huestes del califa almohade Muhammad An-Nasir en las Navas de Tolosa, y su inmensa repercusión en el mundo cristiano, debieron animar al joven Francisco a cruzar el estrecho de Gibraltar y dirigirse a tierras africanas: Partió a pie de Italia, atravesó Francia y llegó a España, donde le sobrevino una gravísima enfermedad que le obligó a volver a Italia.
La historia no nos acara si San Francisco llegó realmente a Compostela, pero las numerosas leyendas dejadas tras de sí nos animan a pensar a que sí lo hizo. Habría sido hacia 1214, hace ahora 800 años.
Estamos viviendo años de recuerdo y de simpatía por un hombre cuyas ideas marcaron nuestras conciencias y cuyo ejemplo parece revivir en un mundo con frecuencia demasiado ocupado en las cosas vanas. Los gallegos nos congratulamos con el nuevo Papa Francisco y con nuestro franciscano Padre Carballo. Éste es el momento de abrir nuestros corazones a un hecho tanto espiritual como cultural que marca el espíritu del medievo y extiende su impronta de sencillez hasta el presente.
Alegrémonos pues con este 800 aniversario de un acontecimiento que tantas recuerdos ha dejado en Galicia y en el resto de España.
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Basílica de San Francisco de Asís, Italia. |
San Francisco de Asís, vida breve
Pedro Sembrador
El acontecimiento más
maravilloso quizá de la historia del Catolicismo en la Edad Media, es la
aparición en el mundo, del Seráfico Patriarca San Francisco de Asís, pues de
cuantos Santos se dieron a la Vida Perfecta, ninguno como él llegó tanto a la
perfección del cristianismo primitivo.
El conocimiento de la vida de
San Francisco nos es de gran valor pues despierta en nosotros el deseo de copiarla
tanto como podamos, ya que él fue en su juventud, como nosotros, dado a las
cosas terrenales; buscó después una vida más elevada como tantos de nosotros
por la Gracia de Dios la buscamos y llegó por fin a vivir plenamente la Vida
Perfecta. Su vida así puede dividirse en 3 períodos.
Los 3 períodos de la vida de
San Francisco.
El primer período de la vida de
San Francisco, es el de su vida mundana; duró
hasta los 20 años; en ellos
más que pensar como debe hacerlo todo cristiano, en acercarse a Dios, en servirlo,
se dedica a disfrutar de los múltiples atractivos que el mundo proporciona a
todo aquel que tiene dinero para pagados.
Después de este primer período,
viene un segundo que dura 7
largos años en los que
Francisco habiendo comprendido que el fin del hombre es algo más elevado que
buscar y disfrutar los placeres mundanos, anhela una vida superior y después de
buscar equivocadamente varias veces su camino, ya en la carrera de las armas,
ya cuidando a los leprosos, ya reconstruyendo materialmente las iglesias de San
Damián, de San Pedro y de la Porciúncula, acaba por darse cuenta de que Dios lo
llama para dar al Mundo ejemplo de vida cristiana, principalmente de la virtud
de la pobreza y apartarlo así del deseo desordenado de riquezas y placeres que
tanto lo alejan de Dios.
Y viene, en fin, el tercer
período de la vida de san Francisco; período que dura 18 años, en los
que, dedicado por completo al servicio de Dios, emprende la gigantesca obra de
renovar la sociedad, para lo que funda las 3 Ordenes que deben revolucionar al
mundo, conservando el espíritu cristiano en medio de la corrupción general y
dando ejemplo de las virtudes cristianas.
EL PRIMER PERIODO DE LA VIDA DE
SAN FRANCISCO.
20 años de vida mundana.
Nació San Francisco de Asís el
día 26 de septiembre de 1182. Fueron sus padres el rico y ostentoso comerciante
en telas Pedro Bernardone, apegado con exceso a la riqueza, y la virtuosa
Picca.
El nuevo niño recibió en la
pila bautismal el nombre de Giovanni (Juan) estando ausente su padre, pero
cuando volvió, le dio el sobrenombre de "el Francés", en italiano
Francesco, y Francisco en español, nombre que desde entonces conservó.
Pasó Francisco sus primeros
años al lado de Picca quien lo educó con toda la piadosa solicitud de una madre
cristiana que prepara un alma para el cielo. Ya mayorcito, confiaron sus padres
su educación a los piadosos sacerdotes que dirigían la escuela de San Jorge.
Pero apenas llegado a los
quince años, su padre lo asoció a sus negocios. Rodeado de riquezas, Francisco
vestía suntuosamente, tenía dinero para derrochar y nunca faltaba a las
ruidosas fiestas y opíparos banquetes que solían organizar los hijos de los
comerciantes y hacendados de Asís.
Apenas tenía 18 años, cuando su
esplendidez y prodigalidad unidas a su talento, arrojo y simpatía, hicieron que
fuera el rey de las fiestas, de tal modo que entusiasmados los habitantes, de
Asís lo proclamaron "Rey de la Juventud".
Dos años duró este triste reinado
de Francisco. ¿Hasta dónde influyó en su alma esta vida de disolución? es cosa
que no podemos precisar. Pero sí es un hecho que Francisco nunca llegó a
apartarse completamente de Dios. Que a pesar de que a tan temprana edad llegó a
lograr tantos honores, tanta riqueza, tantos placeres como sólo el hijo de un
rey podría tener, él ni se ensoberbeció con ello ni se encenagó en el vicio.
Esa vida de disipación que hubiera colmado las ambiciones del joven más
poderoso y más ambicioso, nunca satisfizo los anhelos de su alma que, sin él
saberlo, estaba sedienta. Sedienta de Dios.
EL SEGUNDO PERIODO DE LA VIDA
DE SAN FRANCISCO
Siete años de dolorosa
incertidumbre, en los que en una obscuridad angustiosa busca a Dios.
Pero la vida de placer que
llevó Francisco hasta los 20 años, no satisfacía los anhelos de su corazón; su
alma noble, delicada y cristiana, anhelaba algo más elevado, una vida superior.
¿En dónde la encontraría? ¿Cuál
sería esa vida que satisfaría con creces todos sus anhelos? Francisco no imaginaba
que tal vida sólo la encontrarla en Dios y no tuvo, como nosotros, la fortuna
de que alguien se la anunciara. Fue así que en la más angustiosa obscuridad
intelectual, busca durante siete años esa vida superior, hasta que al cabo de
ellos encuentra resueltamente su camino a Dios.
Estos 7 años fueron de
dolorosísimas equivocaciones, primero:
a) busca Francisco la vida
anhelada en la vida de las armas, cayendo prisionero en el primer encuentro;
b) dura cautivo un año;
c)apenas de regreso en Asís se
enferma, medita; cree deber insistir en la vida de las armas... no se le ocurre
otra cosa.
d) parte a alistarse de nuevo
al ejército, pero una vez llegado a Espoleto una voz misteriosa desaprueba su
conducta y vuelve desconcertado a Asís.
e) emprende un viaje a Roma
solicitando ayuda divina y ahí empieza a ver que Dios lo llama a servirlo,
dando al mundo ejemplo de pobreza.
Orando en el Templo de San
Damián, oye la misma voz de Espoleto que le dice: "reconstruye mi
Iglesia, ¿no ves que se derrumba?". Francisco
toma estas palabras en sentido material;
f) cree que debe emprender la
reconstrucción del Templo de San Damián que está en ruinas; para ello se
arbitra fondos vendiendo telas, lo que acarrea las iras de su padre que hace
que renuncie a su herencia.
Ya en la mayor pobreza:
g) se dedica a cuidar a los
leprosos;
h) se aplica a reconstruir él
mismo 3 Iglesias;
i) pero no es sino hasta el
cabo de 7 años de dolorosa búsqueda cuando se da cuenta de que las palabras
oídas debe entenderlas en el sentido espiritual; que él sólo encontrará la vida
a que Dios lo llama, emprendiendo la reconstrucción espiritual de la Iglesia en
el mundo entero, dedicándose al apostolado del Santo Evangelio; dando ejemplo
de pobreza extrema y encausando a otros a que den igual ejemplo.
Meditando en todo lo que sufrió
tan grande Santo para encontrar su camino a Dios, nos damos cuenta de que nunca
sabremos agradecer bastante a Dios el que a nosotros, miserables pecadores, nos
haya proporcionado en la bendita Tercera Orden, un camino tan fácil y tan
excelente para servirlo, para satisfacer plenamente nuestros anhelos de
adelanto espiritual.
Es conociendo todo lo que San
Francisco sufrió para encontrar la vida a que lo llamaba Dios, como estimaremos
debidamente el haber tenido la suerte de encontrar esta bendita Asociación; y
es por esto que vamos a exponer, aunque lo más brevemente posible, algunos
pasos del largo calvario que durante 7 años tuvo que recorrer San Francisco.
Francisco busca una vida
superior en la vida de las armas.
Acabamos de decir que la vida
de placer que llevó Francisco hasta los 20 años, distaba mucho de satisfacer
los anhelos de su corazón; él deseaba vivir una vida superior. Natural era que,
influenciado por los cantos guerreros de los trovadores provenzales, lo primero
que al pensamiento le viniera fuera buscarla en la vida de las armas, y así lo
hizo.
Aún no cumplía Francisco los 20
años, cuando la ciudad de Asís entró en guerra con Perusa, cuyo triunfo parecía
asegurado de antemano, por haber logrado aliarse con una docena de grandes
feudatarios.
Si Francisco hubiera sido un
ambicioso vulgar, seguramente que hubiera abrazado el partido de dichos
feudatarios, pero sin oír más voz que la de la justicia y el derecho del
oprimido, se alistó con los suyos.
No fue larga su jornada. En
1201 los milicianos de Asís, más arrojados que prudentes, salieron con banderas
desplegadas al encuentro del enemigo. Tras un combate encarnizado y sangriento
en Ponte San Giovanni, llevaron los perusianos la victoria. Francisco,
sorprendido con varios de sus compatriotas, cayó con ellos en poder de los
contrarios y fueron llevados a Perusa, donde fueron encerrados y donde
permanecieron en cautiverio durante todo un año.
Francisco dura cautivo un año y
de regreso a Asís, enferma y medita.
Aunque tanto la derrota como el
cautiverio fueron incidentes bastante diferentes de las aventuras caballerescas
que su imaginación había forjado, Francisco nunca perdió su buen humor; fue él
quien durante todo ese tiempo consoló y animó a sus compañeros que no
comprendían cómo, estando en la cárcel, podía estar tan contento.
Recobró su libertad al cabo de
un año; pero el largo encierro y la forzada inactividad habían minado su salud,
que apenas de regreso en la casa paterna enfermó, poniéndolo una fiebre
violenta, en peligro de terminar sin gloria su carrera mortal.
Aquella enfermedad, sin
embargo, señaló el principio de su verdadera vida; porque en aquellas largas
semanas que yació en el lecho del dolor, empezó a entrever, no sin angustia de
su espíritu, la posibilidad de una vida harto diferente de la que hasta
entonces concibiera, consagrándose a Dios y a la consecución de los bienes
eternos. Era como el lejano rumor de las olas para el que nunca ha contemplado
la inmensidad de los mares.
El espíritu de Francisco quedó
desde entonces turbado y esta turbación no había de dejarlo hasta el momento en
que encontrara resueltamente su camino a Dios.
Parte Francisco de nuevo a la
guerra.
Restablecidas al fin sus
fuerzas, no tardó en sentir de nuevo la necesidad de actuar. Pronto se le
ofreció una ocasión propicia: la guerra empeñada entre el Papa Inocencio III y
el emperador de Alemania por la regencia de las dos Sicilias.
Francisco, ardiendo de
entusiasmo, piensa en armarse caballero y alistarse en los ejércitos de S.S. el
Papa; una vez resuelto, se equipa magníficamente, de manera digna de sus
ambiciones.
Llegado el día de la partida,
complacíase sobremanera en el esplendor inusitado de su porte, cuando vino a
descubrir un caballero, cuyo vestido raído, indicaba una gran pobreza.
Parecióle entonces ignominioso que un hombre de tan alta condición vistiera de
Modo tan miserable y resueltamente se despojó de su manto, de su túnica
suntuosa y de todos sus costosos atavíos y los entregó a aquel caballero desconocido.
Aquella noche tuvo Francisco un
sueño dulcísimo: soñó que se encontraba en un hermoso palacio adornado de armas
caballerescas en el cual moraba una bellísima desposada y oyó una voz que le
decía: "Todo esto es para
ti y para los que te sigan".
Francisco ve que ha errado su
camino y vuelve a Asís.
Alentado por aquel sueño, toma
Francisco el camino de Espoleto, a donde pernocta; y estando ya adormecido, oye
otra vez la misteriosa voz que le dice: "Francisco, ¿a quién es mejor
servir, al Amo o al criado?" y como él contestase: "Sin duda es mejor al
Amo", prosigue la voz:
"¿Por qué, pues, conviertes al Amo en criado?", con lo que se
iluminó su alma y dijo humildemente: "Señor,
¿qué quieres que haga?" -"Vuelve al lugar de tu nacimiento", ordenó la voz, "y ahí se te dirá lo
que debes hacer porque te conviene dar diferente significación a este
sueño".
Despierto del todo, Francisco,
considerando estas palabras, renuncia a sus sueños de ambición humana, se
levanta con el alba, monta a caballo y regresa a Asís a esperar se le aclare el
enigma de su porvenir.
Francisco comienza a pensar en
"su Dama la Pobreza"
En espera de la orden
prometida, volvió Francisco a ocuparse en los negocios de su padre, aunque no
con el mismo entusiasmo; halló otra vez su lugar entre los jóvenes de la ciudad
cuyos banquetes volvió a presidir y después de los cuales empuñaba el bastón de
mando y salían por las calles de la ciudad cantando estrepitosamente. Pero él
ya no participaba de tales regocijos con el corazón como en los tiempos pasados.
Una noche, como cayese en
silenciosa meditación, le dijeron sus amigos: "¿Amor
tenemos, Francisco? ¿Has descubierto por fin la doncella que ha de ser tu
esposa y pasas la noche y el día pensando en su belleza y en sus encantos?"
Francisco, volviendo en sí, repuso con gravedad inesperada: "Sí, en verdad, estoy pensando
en tomar por esposa la doncella más noble y más rica que jamás habéis
visto"; él se refería ya a la que más tarde llamaría "su Dama la
Pobreza".
A partir de ese día se vuelve
Francisco más pensativo y poco comunicativo; buscaba consuelo en la oración e
iba a socorrer ocultamente a los pobres. Era presa de las mayores angustias que
le producía el sentir nuevos deseos y verse incapaz de darse cuenta de ellos y
no poder así realizarlos, exhalaba con frecuencia fuertes gemidos.
Entre los múltiples
pensamientos que en él fermentaban había uno que si bien como a través de una
niebla que siguiera obscureciendo su inteligencia, iba tomando forma
gradualmente: era preciso renunciar al bienestar y a la ostentación y a todo
proyecto ambicioso.
En busca de luz Francisco
resuelve Ir a Roma y ahí mendiga por primera vez.
En su perplejidad Francisco
resuelve ir en calidad de peregrino a Roma, como tantos peregrinos que pasaban
por Asís llevando consigo sus deseos, sus temores, sus penas, para confiarlos a
los Santos Apóstoles Pedro y Pablo cuyos cuerpos descansaban en la Colina
Vaticana.
Se acercó así a ellos no
dudando que los Santo Apóstoles habían de darle luz y consuelo. Llevaba consigo
valiosas ofrendas para depositarlas en el santuario apostólico como pensaba
acostumbrarían hacer los peregrinos; pero grandes fueron su sorpresa y
disgusto, al observar con cuanta parsimonia se hacían las ofrendas. Hastiado de
los avaros peregrinos se apartó de ellos y puso en manos de los pordioseros
inoportunos que se agolpaban en las puertas de la Basílica, cuanto llevaba.
Se apoderó entonces de él un
deseo de compartir con los pobres sus sufrimientos y de saber por experiencia
propia cual era su vida; y sin titubear cambió sus ricos trajes por los harapos
de un pobre y vestido con ellos pasó todo el día a la puerta de San Pedro
pidiendo limosna a los que entraban y salían.
El beso al leproso.
Cuando Francisco volvió de su
viaje a Roma, traía un gran deseo de compartir con los pobres sus sufrimientos
y de saber por experiencia propia cuál era su vida. Entre los más desgraciados
de ellos, se distinguían los leprosos.
Cierto día que Francisco
regresaba a Asís a caballo, le pidió una limosna uno de ellos. En otro tiempo
le hubiera arrojado un puñado de monedas y espoleado su caballo; pero esta vez
desmontó, puso su limosna en las manos de aquel miserable y tomándolas entre
las suyas, imprimió un beso en ellas.
Desde aquel momento quedó
sellado el pacto de una nueva vida. Francisco se creyó llamado especialmente a
cuidar leprosos, cuyas chozas desde entonces frecuentó no ya secretamente, pues
en aquella época en Asís era mal visto dar limosna a los pobres, sino que lo
hacía a plena luz del día y nunca olvidaba besarles la mano al entregarles su
ofrenda.
Repara mi Iglesia, ¿no ves que
se derrumba?
Cierto día que Francisco oraba
en el templo de San Damián, oyó una voz que parecía venir del Crucifijo y que
decía: "Repara mi Iglesia, ¿no ves que se derrumba?", Creyendo que
ésta era la orden que se le había anunciado en Espoleto y tomándola al pie de
la letra, se dirige a su casa, toma varias piezas de riquísimas telas y
montando a caballo camina hasta Foligno donde vende sus mercancías y su
cabalgadura y vuelve a entregar al Cura de San Damián el producto de aquella
venta, para costear las obras de la iglesia, pidiendo al mismo tiempo licencia
para vivir ahí con él. El señor Cura, que conocía bien a Pedro Bernardone,
temiendo algún disgusto, no aceptó la limosna, que entonces Francisco dejó en
una ventana; pero sí le permitió viviera con él.
Al enterarse Pedro Bernardone
cuando regresó de su viaje de la conducta de Francisco, se llenó de cólera e
indignación, resolvió poner término cuanto antes a tanta locura y acompañado de
algunos amigos fue a la iglesia de San Damián.
Francisco, temiendo la cólera
de su padre y sobre todo su maldición, corrió a esconderse a una cueva en la
que permaneció durante un mes, en la más completa soledad, constantemente en
comunión con Dios. Ahí aprendió que era indigno de la grandeza del Señor a
quien servía, andar oculto por miedo a los hombres, y así se resolvió, poniéndose
en las manos de Dios, a salir de la cueva e ir a Asís.
Tan pronto cuanto lo vio su
padre, descargó su furia en denuestos, lo arrastró a la casa y ya en ella le
dio durísimos azotes y lo encerró en una habitación obscura, pensando así
acabaría con las extravagancias de Francisco, que ponían en descrédito el
nombre de Bernardone; y cuando algunos días después tuvo que ausentarse por sus
negocios, quiso asegurarse poniéndole esposas en manos y pies.
Francisco se desposa con
su"Dama Pobreza"
Pero viendo Picca que era en
vano tratar de hacer desistir a Francisco de lo que él creía era la voluntad
del Altísimo, lo puso en libertad.
Cuando volvió Bernardone
reprendió duramente a su esposa y cegado por la rabia, salió en busca de su
hijo esperando todavía reducirlo a la obediencia. ¡Mas cuál no sería su asombro
al ver que Francisco salía a su encuentro sin revelar temor ni desconfianza!
Pedro lo increpó duramente y aún llegó a golpearlo, pero convencido al fin de
que no lo dominaría, se retiró furioso.
Entonces se le ocurrió exigir
de Francisco que renunciara a la herencia a la que las leyes de entonces le
daban derecho.
Al efecto, citó a Francisco
primero ante los tribunales civiles, después ante el Obispo Guido. Compareció
Francisco ante él y una vez enterado de lo que exigía de él su padre, dijo al
Obispo: "Señor,
todo lo entregaré a mi padre, hasta mis vestidos" y despojándose de ellos, agregó: "escuchad todos; hasta
ahora he llamado padre a Pedro Bernardone; mas siendo ahora mi intención servir
a Dios, le devuelvo su dinero así como los vestidos que de él recibí, porque de
hoy en adelante quiero decir ¡Padre nuestro que estás en los Cielos! y no padre
mío Bernardone".
Pasaba esto en uno de los
primeros días del mes de abril de 1207. Ese día marcó un paso gigantesco más de
Francisco hacia Dios. Ese día de abril fue un día de paz. Francisco se había
desposado con la novia que con fidelidad tan constante había buscado por tanto
tiempo. i Francisco se había
desposado con su Dama la Pobreza!
Francisco vive con los leprosos,
hace su primer milagro y reconstruye 3 iglesias.
Pero Francisco no había hallado
aún plenamente su camino, le faltaba otro paso más: dar su verdadero
significado a las palabras "reconstruye mi iglesia". Dos años más de
sacrificios e incertidumbres, fueron necesarios para que pudiera lograrlo.
En estos dos años, primero se
alejó de Asís hasta más allá del Monte Subasio, Llegó a Gubbio en donde visitó
las leproserías e hizo sus delicias habitar con los leprosos, a quienes cuidaba
lleno de caridad limpiando sus llagas y consolando sus almas en sus profundas
melancolías.
Fue entonces cuando Francisco
hizo su primer milagro, que consistió en que quedó curado instantáneamente un
hombre que padecía un cáncer espantoso que le había comido la boca y parte de
las mejillas, tan pronto como San Francisco, lleno de conmiseración hacia él,
lo abrazó y le besó en el rostro.
Pero pronto Francisco tuvo que
abandonar la leprosería de Gubbio, pues las palabras "Ve y repara mi
Iglesia" continuamente resonaban en sus oídos. Todavía no pensaba que
ellas se referían a la Iglesia de las almas vivientes, la que debía ayudar a
restaurar en todo su esplendor y su belleza; y tomándolas todavía en sentido
material, resolvió volver a Asís a restaurar, no como en otra ocasión, con su dinero,
sino con sus propias manos, la iglesia de San Damián.
Y una vez reconstruida esta
iglesia, emprendió la reconstrucción de dos iglesias más que estaban también a
las puertas de Asís: una Capilla dedicada a San Pedro que ya no existe en
nuestros días y después otra Capilla antiquísima, edificada en el año 352 por
unos hermanos legos de Palestina.
Se llamaba esta Capilla en un
principio, Santa María de Josafat. Después se le llamó la Porciúncula a causa
de que, cuando San Benito la hizo restaurar, pidió una pequeña porción de
tierra (porciúncula en italiano) a su alrededor, donde construyó unas celdas;
después, en fin, se le llamó de Nuestra Señora de los Angeles, en memoria de
las apariciones celestiales que ahí ocurrieron.
Francisco encuentra al fin su
camino a Dios.
Los comentadores de la Vida de
San Francisco, ven en la reedificación de las 3 iglesias simbolizada la
restauración de la Iglesia por medio de las 3 Ordenes que había de establecer
San Francisco.
Terminada la reconstrucción de
la Porciúncula, Francisco vuelve a su perplejidad esperando las órdenes del
Señor que al fin llegaron inesperadamente.
Esto fue el último día de
febrero de 1209. Se celebraba la Santa Misa en la Capilla de la Porciúncula.
Francisco la ayudaba. Al llegar al Evangelio, el Sacerdote leyó estas palabras:
Id y predicad diciendo: ya se acerca el reino de los cielos... no lleváis
oro ni plata, ni dinero alguno en vuestros bolsillos, ni alforja para el viaje,
ni más de un vestido, ni calzado de repuesto, ni tampoco báculo...
Francisco escuchó como siempre
atentamente la lectura del Evangelio y esta vez el texto sagrado descorrió el
último velo que nublaba su inteligencia y al punto exclamó sin titubear: "he aquí lo que yo buscaba; he
aquí lo que anhelaba mi corazón"; y con su natural espontaneidad,
arrojó el bastón; se quitó el calzado, se desnudó y por parecerse a su maestro
crucificado, se cortó un hábito en forma de cruz; en vez de una tira de cuero,
se ciñó a la cintura una cuerda y se sintió así armado caballero, Caballero de
Cristo.
Desde aquel momento sus sueños
de aventuras caballerescas se tornarón realidades; cree firmemente que no puede
existir Orden de Caballería más noble que la suya, que tiene por enseña a
Cristo y a la pobreza por Dama de sus pensamientos. .
En el futuro, recorrerá el
mundo en busca de almas que deseen ser socorridas. Los poderes del mal que
siembra enemistades entre Dios y los hombres y entre hombre y hombre, serán los
malandrines contra los cuales combatirá. En todo lugar proclamará el reino de Dios
y de su paz y en su amor a los pobres hallará fuerza y valor para seguir a
Cristo.
TERCER PERIODO DE LA VIDA DE
SAN FRANCISCO
18 años de servicio a
Dios, de incomprensiones y desilusiones.
Los hechos más notables de este
tercer período de la Vida de San Francisco.
Fueron de tal actividad los 18
años del tercer período de la vida de San Francisco, que querer describirlos
siquiera brevemente, nos llevaría fuera de los límites asignados a esta breve
relación.
Ninguna vida de ningún Santo
fue de tanta actividad, de tanta variedad como la suya; pero seguramente que de
todas sus actividades, las más importantes fueron la fundación de sus 3 Ordenes
religiosas. Vamos a referirnos brevemente a ellas y mencionaremos también con
la mayor brevedad posible: sus misiones apostólicas, sus sacrificios, sus
enfermedades, sus sufrimientos, principalmente a causa de las incomprensiones y
desilusiones que encontró en su obra y finalmente hablaremos de su gloriosa
muerte.
FUNDACIÓN DE LA PRIMERA ORDEN
Pocos días después de aquella
memorable lectura del Evangelio, comenzó Francisco a ir todos los días a la
ciudad.
La inspiración divina le
inflamaba y aguijoneaba. A los que encontraba a su paso los saludaba
afectuosamente con estas palabras: "Hermanos,
el Señor os de paz" y se
acercaba a muchos de ellos y les hablaba con sencillez, fervorosamente, sobre
el Reino de Cristo, sin predicarles propiamente sermones.
Fue así como fueron
adhiriéndose a él algunos discípulos. Tocó en suerte ser el primero a Bernardo
de Quintaval, varón riquísimo y principal; le siguieron después Pedro de
Catania, Canónigo de Asís; Egidio, conocido por Fray Gil, hijo de un
propietario de la ciudad, etc. Francisco no les impuso largas prácticas; le
bastaba una prueba para recibirlos: que
renunciaran a todos sus bienes y que se decidieran a ir a pedir su sustento de
puerta en puerta.
Francisco no esperó tener
muchos discípulos para dar principio a su campaña apostólica; tan pronto como
reunió algunos de ellos, empezó a enviarlos a misionar de dos en dos por los
valles del Apenino y los llanos de Umbría de las Marcas y de Toscana.
Su punto de reunión era la
Porciúncula. Cuando llegaron a 12, consideró Francisco que era llegado el
momento de constituir formalmente su familia religiosa y al efecto escribió una
Regla compuesta de algunas sentencias del Evangelio en la que además de los 3
votos ordinarios de pobreza, obediencia y castidad, se prescribía la renuncia
de toda posesión aún en común.
En cuanto la hubo terminado, lo
que fue durante el mes de mayo de 1209, partieron todos para Roma buscando la
aprobación de Su Santidad el Papa Inocencio III.
Los Cardenales pusieron para
ello muchas dificultades y el Papa, a pesar de su buena voluntad, sólo dio a
Francisco esperanzas de que algún día sería aprobada; pero Dios vino en ayuda
de Francisco inspirando al Santo Padre un sueño, en el que vio que la Basílica
de Letrán, madre y cabeza de todas las Iglesias, amenazaba gran ruina y se
venía ya al suelo, cuando un pobrecito, vestido de tosco sayal, descalzo y
ceñido por recia cuerda, ponía sus hombros debajo de las paredes de la Iglesia
y la enderezaba de tal manera, que parecía luego más recta y sólida que nunca.
Otra vez fue el Santo al
Palacio de Letrán y expuso al Papa su demanda y viendo Inocencio III la
humildad, pureza y fervor de Francisco y acordándose de la visión que había
tenido, conmovido lo abrazó, lo bendijo así corra, a todos sus frailes,
confirmó su Regla y les mandó que predicasen la penitencia. La Primera Orden
había quedado formal y solemnemente fundada. Esto ocurría en el año de 1209.
Después de la aprobación de la
Regia, no volvieron los frailes inmediatamente a la Porciúncula, sino que se
establecieron no lejos de Asís, en una choza abandonada al borde de un famoso
torrente que se llama Rivo Torto.
Unos pocos meses después, la
Comunidad Franciscana volvió a la Porciúncula. Francisco rogó a los
Benedictinos del Monte Subasio le dieran asilo para él y sus compañeros. Estos,
gustosísimos, le cedieron la Capilla de Nuestra Señora de los Angeles, la casa contigua
y algunas parcelas de terreno, a condición de que considerasen aquel convento
como cuna de la Orden de Frailes Menores.
Poco tiempo después Francisco
comenzó a predicar no sólo en las plazas de la ciudad, sino también en los
templos; sus pláticas hacían tanto bien a quienes las escuchaban, que los
mismos Canónigos le invitaron a que predicase en la propia Catedral los
domingos.
FUNDACIÓN DE LA SEGUNDA ORDEN
Fue predicando en el Templo de
San Jorge, en la Cuaresma de 1212, cuando una joven de la nobilísima familia de
los Scefi llamada Clara, conoció a San Francisco. Al verle y oírle, se sintió
llena de admiración y deseó tomarlo por Director Espiritual. Francisco supo
despertar en Clara ansias y resoluciones de darse a la perfección. Al terminar
la Cuaresma, ardiendo ya en impaciencia por entregarse a Dios, convino con él
en que este acto se verificaría el domingo de Ramos, 19 de marzo de 1212, en la
Capilla de la Porciúncula.
Y en efecto: mientras toda la
ciudad dormía, Clara salió de la casa paterna, vestida como una novia en día de
sus bodas y acompañada de su tía, se dirigió presurosa a Nuestra Señora de los Ángeles.
Francisco le cortó ahí el cabello en señal de que renunciaba a las vanidades
del mundo, le puso una vestidura muy burda, de color de ceniza, le ciñó una
cuerda a la cintura y le cubrió la cabeza con un velo espesísimo. Clara
entonces, jurando fidelidad a Cristo, lo tomó por esposo, prometiéndole
seguirlo por el áspero Sendero de la penitencia.
Terminada la ceremonia,
Francisco la condujo al Monasterio de San Pablo de los Monjes Benedictinos;
pero a causa de dificultades tenidas con los padres de Clara, la hizo trasladar
al convento del Santo Angel del Panzo, también de Benedictinos, edificado cerca
de Asís.
Pronto daría Dios a Clara una compañera
ideal: su hermana Inés; una jovencita de 14 años, pura como un lirio, mansa
como una oveja.
Después de poner el velo a
Inés, el Santo fundador dio por habitación a las dos hermanas, la casa
inmediata a la Iglesia de San Damián. Clara fue en ella la primera Abadesa
Franciscana y pronto vio congregarse a rededor de su Callado, una falange de
almas seráficas, entre las cuales merecen mencionarse a Hortulana, su propia
madre, ya viuda, otra hermana suya, llamada Beatriz y aquella tía que tanto la
acompañó para hallar su camino.
Así quedó fundada en el año
1212, la Segunda Orden de San Francisco para Religiosas enclaustradas, que
entonces se llamó de las Dueñas Pobres y que con el tiempo se llamó de Clarisas.
Francisco les dio por Superiora
a Clara, por Director a Fray Felipe Longo; quiso desde un principio que esta
nueva familia, como la que ya tenía fundada, tuviera como piedra angular la más
absoluta pobreza y en 1224 le redactó la Regla definitiva, que es una obra
acabada de inspiración divina.
Actividades de San Francisco
hasta la fundación de la Tercera Orden.
Las ambiciones apostólicas y el
ardiente amor de San Francisco a los prójimos, lo empujaban incesantemente a
procurar nuevas conquistas. Así, en el otoño del año de 1212, se embarcó en
Ancona con ánimo de predicara los musulmanes. Una tempestad lo arrojó a las
costas de Dalmacia de donde volvió penosamente a Italia.
En 1214, se propuso predicar en Marruecos. Partió a pie de Italia,
atravesó Francia y llegó a España, pero ahí le sobrevino una gravísima
enfermedad que le obligó a volver a Italia.
En 1215, celebró nuestra Santa
Iglesia el IV Concilio de Letrán; Francisco, deseoso de asistir a él, pues
precisamente uno de los puntos que el Concilio debía discutir, era el
reconocimiento de nuevas Ordenes, hizo el viaje a Roma. S.S. Inocencio III
renovó la aprobación de la Orden de los Menores como empezaban a llamarlos. Fue
en esta ocasión cuando San Francisco conoció a Santo Domingo, el fundador de la
orden de los Frailes Predicadores.
En 1219, habiendo repartido sus
discípulos entre las provincias extranjeras que quería evangelizar, no se
contentó con enviar sus amigos a Mauritania, Túnez, Egipto y Siria, sino que
otra vez se embarcó él mismo para Palestina. Llegado ahí intentó convertir al
Sultán de Egipto, llamado Melek el Kamel, el cual lo recibió muy cortésmente y
aún lo escuchó con agrado, pero no consintió en mudar de Religión. Con esto se
volvió Francisco a Italia después de haber tenido la fortuna de visitar los
Santos Lugares.
Indulgencia de la Porciúncula.
En el año de 1216, contribuyó
el Cielo con un favor extraordinario,a consolidar la 0bra humildemente
comenzada en la Porciúncula, pues una noche que Francisco se hallaba orando en
este templo, se le apareció Nuestro Señor Jesucristo en compañía de la Virgen
María y le inspiró que fuera a ver al Papa Honorio III a Perusa, y le pidiera
Indulgencia Plenaria para cuantos contritos y confesados, visitaran aquella
Iglesia.
No obstante la oposición de los
Cardenales, el Papa otorgó la Indulgencia, pero sólo para un día del año, el 2
de agosto, día de San Pedro Advíncula. Esta indulgencia fue después concedida
por otros Santos Padres a todas las Iglesias Franciscanas y en nuestros días se
ha hecho extensiva a otros muchos templos privilegiados.
Dificultades y decepciones.
Nos engañaríamos
lamentablemente si creyéramos que todo en la vida de San Francisco fue fácil,
que todo fue triunfos. Si su vida está llena de gracias y favores celestiales,
también encontró en ella muchas desilusiones además de los sufrimientos físicos
originados principalmente por las excesivas austeridades a que se entregaba.
Tuvo San Francisco muchas
dificultades para encausar la Segunda Orden, principalmente a causa de que las
autoridades eclesiásticas queriendo proteger su convento contra las necesidades
de esta vida, no eran partidarias de la extrema pobreza de la que Clara, a
semejanza de Francisco, quería hacer e hizo el carácter distintivo de sus
Instituciones.
También algunos de sus
discípulos de la Primera Orden dieron a San Francisco amargos sinsabores. Cada
vez que volvía a Italia de alguno de sus viajes de misión, se encontraba con
muy desagradables innovaciones, que iban contra el espíritu de extrema pobreza,
de la que quería dieran ejemplo los Frailes Menores.
El quería que los frailes
vivieran en chozas de adobes, que partieran para las misiones predicando
penitencia y conversión, sin darse a estudios teológicos, que para orar, se
recogieran en cuevas, en fin, que observaran puntualmente la pobreza
evangélica.
Para aquellos discípulos del
Santo, que estaban animados del genuino espíritu de su fundador, esta manera de
vida les hacía realmente santos. Pero para los que no tenían ese espíritu, era
motivo de rebelión.
Se hizo así necesario
introducir un género de vida más estable, así como los estudios necesarios para
poder predicar la moral a los hombres. A todo ello alentó a los Frailes Menores
el Cardenal Hugolino, declarado "protector de la Orden" por el Papa
Honorio III. Francisco, dando una vez más ejemplo de humildad, tuvo que admitir
que había exigido demasiado a la naturaleza humana y accedió gustoso a las
indicaciones del ilustre Cardenal.
FUNDACIÓN DE LA TERCERA ORDEN.
La predicación y ejemplo de San
Francisco y de sus Frailes, había levantado radiante despertar de vida
cristiana en Italia y en Europa entera. A más de tantos millares de almas
fervorosas que habían abrazado la Regla de los Frailes Menores o de las
Clarisas, miles y miles de personas que por estar ya casadas o tener una
familia que sostener, no podían ingresar a los conventos, pedían a San
Francisco que les ayudara a poder vivir la Vida Cristiana en toda su plenitud,
a vivir la Vida Perfecta.
Mucho tiempo estuvo San
Francisco meditando cómo podría lograrse esto; pero viendo que la vida en
comunidad no era indispensable para la perfección, compuso, por inspiración
divina, como él mismo nos lo dice, una Regla de Vida, para que los que desearan
vivir más intensamente la Vida Cristiana, pudieran lograrlo, y aún ser
religiosos, sin abandonar su familia ni sus negocios, para que pudieran vivir
la Vida Perfecta.
Para llevar a la práctica la
idea que había concebido, fundó una Asociación de Vida Perfecta, a la que dio
el nombre de Tercera Orden. A los que entraban a ella no les exigía como a los
Frailes Menores, que "vendieran
todo cuanto tenían y lo dieran a los pobres" para hacer vida de pobreza material,
pues eso no es compatible con la obligación de sostener y educar una familia;
pero sí les exigía que fueran pobres de espíritu, es decir, que no desearan desordenadamente
las riquezas, y que practicaran las principales virtudes de Nuestro Señor
Jesucristo, especialmente la humildad, la penitencia y la castidad.
Además, les prescribió todas
las obras que en honor de Dios, en bien propio y en provecho del prójimo son
indispensables para vivir la Vida Cristiana en toda su plenitud, para vivir la
Vida Perfecta.
En el año 1221, entraron los
primeros cristianos a la Tercera Orden; éstos fueron el rico comerciante
Luquesio y su esposa Bonna Donna, los que llegaron a tal perfección, que han
merecido ser beatificados por nuestra Santa Iglesia.
Francisco imponía a los
Terciarios, un Hábito igual al de los Frailes Menores. Andando el tiempo se les
suprimió la Capilla o Capucha para que se distinguieran unos de otros. Después
por motivos de comodidad, se acortó hasta la rodilla para los hombres;
actualmente, a raíz del Concilio Vaticano II se llama Orden Franciscana Seglar
y solo usan un escapulario grande y una cuerda.
El número de los Terciarios, ha
ido por la gracia de Dios en aumento constante. Son más de 3 millones los que
actualmente hay sobre la tierra y todos ellos tienen para su imitación, además
de la vida de nuestro Seráfico Padre, el ejemplo de más de 100 Terciarios de
todas clases y condiciones, que han sido canonizados o beatificados por nuestra
Santa Iglesia.
Los primeros
"Nacimientos"
En el mes de diciembre de 1223,
San Francisco, que desde el año de 1219 había renunciado al gobierno de la
Orden, sin por eso desentenderse de ella, vivía recogido haciendo vida
contemplativa en una ermita del Valle de Rieti.
Fue ahí donde con licencia de
S.S. el Papa celebró la fiesta de Navidad en una cueva en la que hizo poner una
imagen del Divino Niño en un pesebre con paja, un buey y un jumento. En el
mismo pesebre, hizo decir Misa con gran solemnidad de música y luces,
Este fue el primer nacimiento
que se puso en la fiesta de Navidad. Desde entonces, fue tradicional en las
Iglesias Franciscanas el representar en esta fiesta la cueva de Belén,
hermosísima costumbre que después rápidamente se extendió en los hogares
cristianos.
Los estigmas.
En el verano de 1224, dejó
Francisco el Valle de Rieti y se recogió en una cueva del Monte Alvernia en
medio de rocas rodeadas de espesos bosques.
Cierto día meditando como
acostumbraba sobre la pasión del Salvador vio que bajaba del cielo y volaba
sobre aquellas rocas, un ángel resplandeciente con 6 alas extendidas; 2 se
levantaban sobre la cabeza del crucifijo que aparecía entre ellas,otras 2 se
extendían como para volar, y las 2 restantes cubrían todo el cuerpo del
crucificado. Oyó entonces una voz que le decía que el fuego del amor divino le
transformaría en la imagen de Jesús crucificado. Al mismo tiempo sintió
agudísimos dolores en sus miembros; unos clavos negros atravesaban sus manos y
pies y de una llaga abierta en su costado derecho empezó a manar abundante
sangre. Dios mismo se había dignado dar testimonio de la santidad de Francisco
grabando en su carne las llagas del Redentor.
Ultimos días de San Francisco.
Su gloriosa muerte.
En 1226, pasada la fiesta de
San Miguel, que él tanto veneraba, Francisco se despidió del Monte Alvernia.
Montado en un jumentillo, pues no podía ya caminar, se llegó poquito a poco a
la Porciúncula, sembrando milagros por donde quiera que pasaba.
En la Porciúncula tuvo otra vez
recias y dolorosas enfermedades. Consumido por los ayunos y abstinencias,
abatido por frecuentes hemorragias, atormentado por una tenaz oftalmía, que
trajo ya de Egipto y que lo dejó casi ciego, consintió que lo llevasen a
descansar a una choza que para él levantó Santa Clara en el huertecillo de San
Damián.
Ahí en medio de las tinieblas
de la ceguera, acostado en pobrísimo camastro, hostigado por sin número de
ratones, compuso aquel divino trovador el "Canto
del Sol" o "Canto de las Criaturas".
Lo visitaron afamados médicos,
pero empeoró el mal. Sintiendo que se acercaba su fin, se hizo llevar a Asís.
Al avisarle el facultativo que ya le quedaban pocos días de vida, Francisco
añadió al "Canto del
Sol" una estrofa en la
que alababa al Señor por nuestra hermana la muerte corporal.
A instancias del Santo, los
magistrados dieron licencia para llevarle a Nuestra Señora de los Angeles,
donde deseaba morir. Le llevaron en unas angarillas. Al pasar frente a Asís, se
incorporó y la bendijo sollozando.
Ya en la Porciúncula, al
sentirse morir, como verdadero amador de la pobreza y por ser semejante a
Cristo, se desnudó y así se postró en tierra. Su guardián le dio un hábito que
el Santo recibió como de limosna y prestado.
Todos los Frailes lloraban.
Francisco los exhortó al amor de Dios, de la Santa Pobreza de la paciencia.
Cruzados ya los brazos, dijo: "quedaos,
hijos míos, en el temor del Señor y permaneced siempre en él. Dichosos serán
los que perseveraron en el bien comenzado. Yo voy aprisa al Señor a cuya gracia
os encomiendo". Y
aguardó a la "Hermana Muerte" que ocurrió el 4 de octubre de 1226.
Al día siguiente, ya al clarear
el alba, una comitiva a la vez dolorosa y triunfal, salía hacia Asís. Las
muchedumbres acudían presurosas, para escoltar el sagrado cuerpo del Santo. El
séquito se desvió con el fin de pasar por San Damián para que Santa Clara y sus
monjas, tocasen y besasen las llagas del seráfico Patriarca. Sus reliquias
fueron depositadas en la Iglesia de San Jorge.
Gloriflcación de San Francisco.
Tantos y tan estupendos
milagros obró el Señor por intercesión del glorioso San Francisco, que ya a los
dos años de su muerte, el Cardenal Hugolino, a la sazón Papa con el nombre de
Gregorio IX, fue personalmente a la ciudad de Asís y con gran solemnidad lo
canonizó y puso en el catálogo de los Santos.
Dos años después, en 1230, en
el Capítulo General de Asís, trasladaron su sagrado cuerpo con solemnísimas
fiestas a la suntuosa iglesia de su nombre recién edificada para recibirlo.