Panel informativo de los Montes de Oca y Sierra de la Demanda
Después de la jornada de descanso, el propósito era llegar a Burgos, si bien para ello teníamos una larga etapa por delante. Iniciamos la marcha en Villafranca y desde el inicio remontando duras cuestas. Y además, de nuevo lloviendo. Pero la moral era alta y el descanso (relativo, habida cuenta de las ya relatadas circunstancias de la etapa anterior) reparador.
La travesía de los Montes de Oca, en otro tiempo, era uno de los puntos más peligrosos del Camino. Los peregrinos eran presa fácil para bandidos y salteadores que merodeaban por los montes. Como tantas cosas, eso también ha cambiado radicalmente. Hoy, cruzar los Montes de Oca es una auténtica delicia para el paseante. Grandes masas de pino, salpicadas con bosquetes de roble, se van sucediendo a lo largo de varios kilómetros. La pista discurre, en suaves toboganes, junto a los bosques, donde es muy fácil encontrar níscalos (o nícalos, como allí les llaman) y otras muchas especies de llamativas y coloridas setas, en cualquier época del año. Y así, disfrutando de la naturaleza, bajo una constante lluvia, cruzamos, sin apenas notar cansancio, los Montes. Iniciamos el descenso al llano donde ya divisábamos San Juan de Ortega.
Nada más comenzar a bajar los Montes de Oca, la primera vista de San Juan de Ortega
¿Qué decir de San Juan de Ortega? El sepulcro del Santo, la portada renacentista, muchas cosas, pero nos quedamos con el llamado fenómeno de la luz. Coincidiendo con el equinoccio de primavera (dos o tres días antes y después del 21 de Marzo) y con el de otoño (22 de Septiembre), a las cinco de la tarde, un rayo de de luz solar entra por una de las ventanas del coro e ilumina, en una prodigiosa sucesión de unos cinco minutos, uno de los capiteles interiores de la iglesia, del siglo XII, en el que se representa distintas etapas de la vida de la Virgen. Lo sorprendente del caso es que tal fenómeno apenas se ha descubierto mediado el siglo XX, cuando el párroco D. Miguel Alonso observó como, año tras año, se repetía en las mismas fechas. ¿Tenía el arquitecto del templo, probablemente el propio Juan Vivaz, luego San Juan de Ortega, los suficientes conocimientos astronómicos para lograr esa precisión? ¿Es una mera casualidad como algunos creen? Seguro que no es casual, sino una muestra de los sólidos conocimientos de su creador, fuere quien fuere.
Aturdidos y sorprendidos con la historia del capitel de la luz y también por el cierto descuido y abandono en que se encuentra el entorno, en pleno Camino, salimos de San Juan de Ortega y en seguida hubimos de optar por una de las dos rutas alternativas que se plantean para llegar a Burgos. Una, por Agés y Atapuerca. Otra, por Ibeas de Juarros. Pese al mayor interés histórico-artístico de la primera, optamos por la segunda, más rápida, que discurre paralela a la carretera nacional por una senda recién habilitada por la Junta de Castilla y León. Y así recorrimos los kilómetros que aún nos separaban de la capital de la provincia, atravesando Zalduendo, Ibeas y Castañares.
La Catedral de Burgos, eterna e imponente
La lluvia de la mañana dio paso a una tarde despejada, pero más fría. Se nos hizo muy largo el trayecto desde la entrada en Burgos hasta su imponente Catedral, donde además de admirar una vez más su belleza y grandiosidad, nos sellaron la credencial. Nos alojamos en el cercano y moderno albergue, que localizamos, otra vez, gracias a las explicaciones de un anciano hospitalero y salimos a callejear por la vieja capital castellana. La noche ya estaba encima y el frío viento del norte anunciaba importantes cambios metereológicos.
M y JF