domingo, 13 de septiembre de 2009

Apuntes Jacobeos: La catedral de Santiago

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El geógrafo y viajero árabe Abú Abd Allah Muhammad al-Idrisi visitó Santiago hacia la mitad del siglo XII, momento en que aún no estaba completamente terminada la catedral compostelana, que se inauguró solemnemente en el año 1211, y en su Libro de Roger nos dejó escrito:

Esta insigne iglesia, adonde concurren los viajeros y se dirigen los peregrinos de todos los ángulos de la cristiandad, no cede en tamaño más que a la de Jerusalén y rivaliza con el Santo Sepulcro por la hermosura de sus fábricas, la amplitud y las abundantes riquezas y los donativos que recibe. Entre grandes y pequeñas, hay más de trescientas cruces labradas en oro y plata, con jacintos incrustados, esmeraldas y otras piedras de variados colores, y casi doscientas imágenes de estos mismos metales preciosos. Atienden el culto cien sacerdotes, sin contar a los acólitos y servidores. El templo es de piedras unidas con cal, y lo rodean las casas de los sacerdotes, monjes diáconos, clérigos y chantres. Hay en la ciudad mercados a los que acude infinidad de gente, y otros pueblos grandes de los alrededores.

Tras esta descripción que de Santiago y su catedral nos hace un viajero musulmán, que no tiene por tanto ningún interés propagandístico, no cabe duda de que viajar a Compostela tenía que ser el anhelo de todo cristiano medieval. Y viajaron, viajaron a miles durante aquellos años en que el camino era largo y difícil, en que no había medios de transporte ni un mínimo de seguridad para llegar a Compostela. Pero hoy todo ha cambiado, hoy disponemos de esos medios de transporte, de hoteles, de restaurantes; el camino es cómodo y seguro, y los medios de comunicación nos invitan todos los días a emprenderlo. Así que no es extraño que esta hermosa catedral sea, en este cálido agosto de Año Santo, un continuo ir y venir de peregrinos y turistas, una enorme algarabía de voces y colores, una grandiosa muestra de etnias y ropajes, un continuo disputarse el espacio vital desde el que acceder a los puntos mágicos de la Catedral. Mezclémonos pues con la masa y, codo con codo, sino a codazos, tratemos de hacer nuestro recorrido.