-
5.1.- Peregrinación penitencial. Durante el medievo fue muy frecuente imponer como penitencia la peregrinación a los distintos santuarios de la cristiandad. Habitualmente, los lugares a los que se debía acudir eran los más próximos al domicilio del penitente, pero, en algunos casos especiales, la penitencia incluía los lugares más distantes como Roma, Jerusalén o Santiago de Compostela. Este tipo de penitencia solía ser, además, pública, y no desapareció totalmente hasta la revolución francesa.
Entre los numerosos casos conocidos destacamos la opinión de Ende de Rigaud, arzobispo de Rouan, quien opinaba a mitad del siglo XIII que la mejor manera de castigar las insolencias y rebeldías de los clérigos de su archidiócesis era condenarlos a cumplir una peregrinación. Por otra parte, los tribunales inquisitoriales franceses del medievo condenaban a los herejes cátaros a realizar peregrinaciones expiatorias a Roma, Canterbury o Compostela.
Pero de todos los casos conocidos, quizá el más famoso sea el que da lugar a la popular leyenda del pergamino en el cual nada había escrito (ver más adelante), contada por el Códice Calixtino y en la que se nos narra la historia de un penitente italiano a quien se envía a Compostela con una lista de sus pecados para que sea el propio obispo Teodomiro quien le dé la absolución. El penitente obra tan de corazón que antes de que el obispo pueda leer los pecados, estos ya se han borrado del pergamino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario