7.8.- El camino inglés. Los británicos tenían dos formas básicas de llegar a Galicia, la primera minimizando el recorrido en barco y haciendo por tierra el largo camino que desde Calais trae a Santiago, y la segunda haciendo la mayor parte del recorrido por mar y atracando en los puertos de Ferrol o La Coruña o, incluso, en los de la ría de Muros. Si el primer camino era más largo y penoso, el segundo era mucho más caro y no estaba al alcance de cualquiera. De todos modos, el paso del tiempo fue imponiendo el recorrido marítimo y dando lugar a que se formara un llamado camino inglés desde los puertos de Ferrol y Coruña hasta la sede apostólica.
En la edad media, los peregrinos británicos llegaban a Galicia en barcos con capacidades que variaban entre los cincuenta y los cien pasajeros. Aunque había algunos navíos lujosos y confortables, la mayor parte no disponían de camarote alguno y los peregrinos debían apretarse como ganado en la húmeda y maloliente sentina. Todos debían venir provistos del correspondiente salvoconducto en el que se identificaba tanto el pasajero como las circunstancias de su viaje y el nombre del barco y del capitán con quien hacía el viaje. La travesía era relativamente corta, pero los viajes por mar de la época no debían ser precisamente un placer. Los vientos y las olas dificultarían la navegación y los mareos y los vómitos serían frecuentes. Por eso, una vieja estrofa marinera comenzaba diciendo: Quienes parten para Santiago pueden despedirse de todos los placeres, porque mucho sufrirán cuando se hagan a la mar...
Si Ferrol tiene una de las rías más bellas y abrigadas del mundo (decía el almirante inglés Pitt que si fuera dominio de Su Graciosa Majestad, estaría revestida con una muralla de plata), la Coruña dispone de uno de los faros más antiguos y conocidos. Lo construyeron los romanos, pero ante la degradación producida por el tiempo y antes de que se arruinara del todo, se decidió imitar lo hecho con la catedral románica santiaguesa a la que se le puso un envoltorio barroco. Al faro coruñés (apellidado con los nombres de Hércules o Breogán) le construyeron un traje pétreo de recio granito que protege y oculta la debilitada estructura romana.
Los viajeros provenientes de Ferrol (cuyo nombre deriva precisamente de San Ferreol, un nombre de origen normando), cruzaban los dominios de los señores de Andrade, dueños de las tierras que rodean el Eume, y venían a unirse con los procedentes de La Coruña al pueblo de Carral. A partir de aquí, el viejo camino ha quedado bajo la actual carretera y los restos existentes son bastante escasos. Eso sí, el verde y húmedo paisaje acompañaba permanentemente al viajero británico que debía sentirse como en su propia casa. Sólo la visión de las torres compostelanas le recordaría que estaba en la tierra del Apóstol y sus pasos se apresurarían para abrazar cuanto antes su imagen.
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