lunes, 2 de diciembre de 2013

Apuntes Jacobeos: Diez personajes del Camino


 Diez personajes del Camino
  
      Pero, ¿quién hizo el camino? Autores hay que dicen que ya estaba hecho mucho antes de ser descubierto el sepulcro apostólico, que ya circulaban por él gentes deseosas de ver el fin del mundo, gentes que peregrinaban a la tumba de Prisciliano o a otro sitio. Otros, los franceses, pensaban que había sido el gran Carlomagno, el vencedor de los moros, el que lo había hecho por encargo del mismo Apóstol. Pero no. Olvidémoslo todo. El camino, tal como lo conocemos, lo fueron haciendo los peregrinos con sus pies, con el pisar de sus bordones, con esa piedra que apartaban o ese tronco que echaban al río. Hubo, claro está, hombres, muchos de ellos anteriores peregrinos, que se dedicaron a cuidar de aquellos pasos, de aquellos senderos. Y hubo también quienes hablaron de él, lo promocionaron y contribuyeron con sus escritos a mantener la riada de caminantes. Fueron, unos y otros, camineros y caminantes, los famosos viatores, los que contribuyeron a hacer camino. Y fueron muchos, pero sólo recordaremos a unos pocos.

Carlomagno, según Luis Félix Amiel (1802 - 1864)

      9.1.- Carlomagno.- En el libro IV del Códice Calixtino, el atribuido a un legendario arzobispo Turpin, presente en Roncesvalles, nos cuenta que el Apóstol Santiago se encontraba triste y apenado de ver cómo las tierras por él evangelizadas habían caído en manos de los sarracenos. Así que, una noche, se le apareció en sueños a Carlomagno y le dijo:

      El camino de estrellas que ves en el cielo significa que has de ir desde estas tierras hasta Galicia con un gran ejército a combatir a las pérfidas gentes paganas, y a liberar mi camino y mi tierra, y a visitar mi basílica y mi tumba. Y después de ti irán allí peregrinando todos lo pueblos de la tierra. En recompensa por tus fatigas, obtendré de Dios para ti la gloria celestial y tu nombre permanecerá en la memoria de los hombres mientras dure el mundo.

      Carlomagno puso manos a la obra y no paró hasta llegar a Pampilonia (Pamplona) donde sus robustas murallas le retuvieron durante tres meses, hasta que un buen día se desplomaron solas para permitir la entrada del emperador. Desde allí se dirigió a Compostela, donde oró ante la tumba del Apóstol, y continuó hasta Iria Flavia donde el arzobispo Turpin, su perpetuo acompañante, pudo bautizar a todos los paganos. Luego siguió conquistando tierra de infieles y obteniendo rico botín con el que enriqueció la iglesia del Apóstol y mandó construir otros numerosos templos. Finalmente regresó a su tierra donde siguió gastando el tesoro obtenido de los agarenos en la construcción de iglesias y santuarios.

      Pero Carlomagno no pudo dormir tranquilo durante mucho tiempo. Por el sur habían llegado a Iberia los almorávides, y con la ayuda de su rey Aigolando los musulmanes se apoderaron nuevamente de las tierras conquistadas por el emperador. Carlomagno tuvo que volver a España para, con la ayuda de sus doce pares, vencer a Aigolando e, incluso, a Almanzor. Luego estableció el Camino de Santiago, nombró a Compostela sede Apostólica y la proclamó la segunda de las iglesias de la cristiandad (sólo por detrás de la de Roma). Finalmente regresó a Francia, y todo hubiera ido bien si no fuera por la traición de los reyes de Zaragoza que provocaron la terrible tragedia de Roncesvalles.

      La leyenda de Carlomagno, atribuida al obispo Turpin, no pasa de ser un mero intento de hacer al emperador como origen de todo el culto compostelano. Sin embargo, a pesar de lo inverosímil de lo contado por este libro cuarto del Códice Calixtino, su influencia sobre la difusión y atracción de Santiago, especialmente para los galos, fue innegable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario