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Negros nubarrones presagiaban lo inevitable
Al salir de Los Arcos el cielo amenazaba lluvia. Lo que no sabíamos es que la amenaza iba a cumplirse y... de qué manera. Iniciamos la ruta ya cubiertos con las capas y con equipamiento de lluvia que, desde luego, iba a quedarnos corto. La intención era llegar a Logroño, donde sabíamos que no encontraríamos problemas de alojamiento. Poco despúes de salir, entre viñedos y pistas agrarias, recorrimos los primeros kilómetros de escaso desnivel y nos encontramos con una peregrina de rasgos asiáticos, que hacía el Camino con un ritmo entre lo que se conoce como “footing” y esa singular disciplina atlética llamada “marcha”; paró un momento para cubrirse con su capa y poco después, ya mejor equipada, volvió adelantarnos con su alto ritmo. Apenas cruzamos palabras con ella, ni el idioma ni su aparente prisa permitieron mucha conversación. Cariñosamente, desde ese momento, la recordaremos como “la chinita correcaminos”.
La primera localidad que íbamos a atravesar era Sansol, aproximadamente a 8 kilómetros de Los Arcos. Cuando apenas quedaban dos kilómetros para llegar, la lluvia arreció. Acompañada de un frío viento del Norte, cada gota de agua que nos golpeaba la única parte del cuerpo que llevábamos descubierta, el rostro, nos parecía una pequeña y fría aguja. Pero además, el agua acumulada por la lluvia y la que arrastraban los pequeños arroyos que íbamos vadeando en cada barranco, nos hacía ir muy despacio, eligiendo dónde pisar, buscando en cada metro la mejor manera de avanzar. Ya entrando en Sansol, nos unimos a María, otra peregrina solitaria que ya llevaba horas luchando contra el agua y recorrimos con ella el escaso kilómetro que separa esa localidad de Torres del Río. En ésta, nos abrieron el albergue y pudimos secarnos un poco y tomar algo caliente. Nuestra amiga María buscaba con afán quién le vendiera, a precio de nuevo, unos pantalones impermeables aunque estuviesen usados, pero nada encontró y reinició su andadura como iba, empapada. Nosotros nos entretuvimos visitando la Iglesia del Santo Sepulcro, románica del siglo XII, con su curiosa planta octogonal y una original cúpula.
Hacia Viana bajo una fuerte lluvia
Salimos de Torres del Río, sin parar de mirar al cielo, en busca de una tregua. Pero lejos de darnos un respiro, arreció. El camino estaba totalmente anegado y si antes íbamos buscando dónde pisar, ahora ya no era necesario. Todo era agua, así que optamos por avanzar como si vadeáramos un río o chapoteando. Miré al frente y apenas podía distinguir el camino. Sólo veía los metros más inmediatos. Y así transcurrieron las siguientes horas, bajando y subiendo barrancos y cruzando llanos. ¿Cuánto quedaría para llegar a Viana? ¿Cuántos charcos más habríamos de cruzar? Y entonces entendí lo que en etapas anteriores había sentido mi compañero. El intenso deseo de llegar y el cansancio acumulado me hacía ver, al superar cada repecho, las murallas de Viana y la Iglesia de Santa María. Pero no, no era Viana, tan sólo eran las caprichosas y alteradas formas de los árboles y de las rocas. Y así, durante once interminables kilómetros hasta que, esta vez sí, pudimos ver la ciudad de las murallas.
Estábamos empapados, nuestro equipamiento es bastante bueno, pero su impermeabilidad cede cuando te enfrentas a unas condiciones como éstas. Logroño no estaba lejos, pero nosotros estábamos al límite.Mi compañero confesó que él era partidario de terminar etapa en Viana, de no continuar a Logroño. Y yo, que no me atrevía a proponer, aunque lo desease, un cambio que implicaba, ciertamente, no cubrir objetivos, accedí de inmediato sin la menor duda. Otra cosa fue encontrar alojamiento. El albergue estaba lleno, pero alguien nos ofreció una sencilla habitación. Aunque pequeña y algo incómoda, aquella estrecha estancia nos dio lo que necesitamos, un descanso reparador. Gracias, mil gracias, a su anónimo y desinteresado propietario.
M y J
Gracias,simpática pareja de peregrinos,por esa descripcion tan realista de una etapa tan dura...Observamos que el Camino no es sólo poesía,paisaje y paisanaje,como algunos lo describen.Se requiere mucho coraje para enfrentarse como vosotros a las inclemencias atmosféricas.¡SOIS FORMIDABLES!
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