6.10.- La peregrinación
en el siglo XX. En
la actualidad vivimos un renacimiento de las peregrinaciones. La gente está
ansiosa de experiencias, de vivencias espirituales, de novedades. En los
últimos doce años, excluidos los años santos, el número de peregrinos ha
crecido a un ritmo del 23,7 por ciento anual. Los lugares de origen son
numerosos, como las profesiones y las edades. Forman la riada silenciosa, o no
tanto, que llega mayoritariamente a Compostela en los meses de Julio y Agosto
(más del 60% para años ordinarios). Son heterogéneos, variopintos, de distintas
culturas... pero iguales. Personifican el ansia de conocer, la búsqueda del más
allá, de aquella ultreia medieval y
misteriosa, del descanso tras el cansancio agotador. Son los peregrinos
actuales, quizá los mismos de siempre...
El peregrino típico es joven, quizá de
entre veinte y treinta años (30% de los casos); suele ser varón (un 65% de las veces)
y, como cabría esperar, español (70% de ellos). Su comunidad de origen podría
ser Galicia, Cataluña, Castilla León, Euskadi o Valencia (un 10% para cada
una), pero lo más habitual (un 20% de los casos) es que sea madrileño. Estudia
(en el 30% de los casos) y viene a pie (60% de las veces)...
Ya tenemos pues al arquetipo de peregrino:
un estudiante madrileño de entre veinte y veinticinco años, que llega a
Santiago a pie y que, y esto es lo importante, peregrina a Compostela por
motivos religiosos (65% de los casos). Sí, ya tenemos al arquetipo, pero bueno
será señalar que esas condiciones juntas sólo se dan en uno de cada veinte
peregrinos (es decir, en el 0,5% de ellos).
El peregrino de hoy en día, antes de
partir, llena su mochila de mapas, guías y consejos. Por eso, ¿quién se
atrevería a darle alguno más? Sería difícil encontrar algo original... salvo
que busquemos en el pasado. He aquí -¿se acuerdan de nuestro amigo napolitano,
del joven Nicola Albani?- unas sugerencias ya un tanto rancias, pues cuentan
con unos 250 años de vida, pero que, aun así, tal vez, nos ayuden a preparar
nuestro espíritu:
- Primero: Se debe viajar en buena
compañía, y si no pudiera ser, recordar que meglio
solo che mal’accompagnato.
- Segundo: que nadie se ponga en viaje
si no goza de buena salud... y si no está acostumbrado a lo malo y a lo bueno,
pues en caso contrario morirá por el camino.
- Tercero: el viajero no debe ser
meticuloso en su comida, porque si busca delicadeza o limpieza no lo encontrará
ciertamente... y no le faltará cualquier enfermedad.
- Cuarto: no hay que hacerse el gracioso
ni charlar sobre lo que se tiene o se deja de tener que con denari, quanto meno si parla, meglio se fà.
- Quinto: la persona debe ser hábil, astuta, maliciosa y fina de cervello para que no se deje
burlar por nadie durante el viaje, y debe ser político, acomodándose siempre al
uso del lugar.
- Sexto y último: El peregrino debe
tener atrevimiento para pedir lo que necesite y no ser vergonzoso que, de lo
contrario, se morirá de hambre.
¿Algo
más que decir? Bueno, sí: peregrina a Santiago, pero no te olvides de Galicia,
de ese entorno mágico que prepara el alma para el encuentro con el más allá, de
esos verdes agrisados por la niebla donde los espíritus vagan todavía libres,
de esas piedras contra las que el mar se hace añicos. Ven, conoce Galicia, y si
no la encuentras, búscala entre las arenas de las playas, entre los toxos de los montes, entre las ermitas
olvidadas por los tiempos; busca, y recuerda la respuesta que Gerardo Diego daba
a Ramón Otero Pedrayo:
¿Que dónde está Galicia? En la cautela
de la luz mansa que
al besar enjoya,
en el collar de
espuma de la boya
y en el tosco
remiendo de la vela.
En la vaca también
color canela
y en la vocal que
su dulzura apoya
y en el molusco
mariscado en Noya
y en el sueño del
tren por Redondela.
Búscala en la
sonrisa tan arcaica,
tan ambigua y
angélica y galaica
de la muiñeira y
ribeirana airosa.
La hallarás, piedra
lírica, en el pazo,
piedra de oro y
verdín, piedra leprosa.
Y donde haya un
regazo, en el regazo.
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