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La iglesia pre románica de "Santa María do Cebreiro" que guarda el famoso "cáliz griálico". |
8.4.- La leyenda de Juan Santín y el milagro eucarístico de O Cebreiro. Imaginémonos uno
de esos días de inclemente invierno, allá en la áspera montaña del Cebreiro,
ateridos de frío y arrastrados por el viento y por la lluvia. Son días para el
temor, para la desesperanza, mas no para quienes tienen fe. Así ocurrió con
aquel aldeano que, pese a todas las dificultades climatológicas, se acercó a
oír misa a la solitaria ermita... Pero dejemos que sean palabras de más rancio
sabor arcaico, tomadas de un texto de don Enrique Santín, su ilustre tocayo,
las que nos describan el famoso milagro griálico:
Este
milagro ocurrió un crudo día de invierno, en el que Juan Santín, hombre de
avanzada edad y vecino de Barxamaior, distante cuatro kilómetros del Cebrero en
pronunciadísima cuesta, llegó a oir misa cuando el sacerdote había terminado la
consagración. Asombrado el celebrante al ver a Juan Santín y dudando de la
presencia real de Jesús en la eucaristía menospreció en su interior la devoción
y el sacrificio de aquel buen hombre diciendo: “Cuál viene este otro con una
tan grande tempestad y fatigado a ver un poco de pan y vino”. En aquel
instante, la hostia se convirtió en carne y el vino en sangre, ante la
estupefacción del celebrante y del paisano...
Y, desde entonces, allí siguen como prueba aquella patena y aquel
Santo Grial que contuvieron la carne auténtica y la verdadera sangre de nuestro
Señor Jesucristo. Dicen que la propia Reina Católica quiso llevar los sagrados
vasos a mejor sitio, más la mula que iba a transportarlos se negó en redondo a
moverse; y la reina, comprendiendo el significado de aquella negación, renunció
al traslado y, por el contrario, optó por regalar unas pequeñas redomas de
vidrio en que mejor conservar los sagrados vestigios de aquel milagro.
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