sábado, 4 de agosto de 2012

El Camino del Norte


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7.3.-  El camino del norte. El primer camino asturiano, tremendamente difícil, fue pronto abandonado por el camino costero, más cómodo y seguro, y al que se unían viajeros procedentes de la cornisa cantábrica y de Francia. Este camino hacía su entrada en Galicia por Ribadeo, cruzando el río en barca o bordeando su estuario. Los que cruzaban en barco seguían luego por la vieja calzada romana hasta Lourenzá donde se unían a los que habían bordeado el estuario y que llegaban hasta allí pasando por Trabada.

      Vilanova de Lourenzá, nacida a la sombra del monasterio benedictino fundado por don Osorio Gutiérrez, era la capital de estos contornos. Su iglesia barroca es obra del gran arquitecto Fernando Casas y Novoa, el mismo que proyectó la fachada compostelana del Obradoiro. Más arriba de Lourenzá aparece Mondoñedo, una de las siete capitales de la Galicia primitiva y destacado conjunto histórico artístico. Mondoñedo tiene una Fonte Vella y una bella catedral (que si no es la más hermosa de Galicia, al menos es la mía, decía Cunqueiro).

      Pasado Mondoñedo, el camino asciende hasta Abadín, la puerta de la Terra Chá lucense, y se dirige a Vilalba, la capital natural y oficial de estas tierras. Estas amplias y altas llanuras, unas veces cubiertas de nieve y otras de niebla, propicias a la desorientación y el extravío, llenas de matorrales y pobladas de lobos y alimañas eran temidas por los peregrinos. Pero la llegada a su capital suponía un alivio de los mores pasados y de los estómagos vacíos, pues ya entonces era Vilalba tierra de buen comer.

      Y el camino norte avanza decidido para unirse con el francés en tierras de Melide, pero no sin antes pasar por Sobrado, donde está uno de los más famosos monasterios de Galicia. Sus orígenes hay que buscarlos hacia mediados del siglo X, teniendo entonces la peculiaridad de ser un monasterio dúplice, es decir, mixto. De este monasterio fue abad el futuro santo Pedro de Mezonzo, el de la Salve Regina y el que tuvo que presenciar la destrucción de Santiago a manos de las tropas de Almanzor.

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