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7.4.- Los caminos de Santiago en Francia. El obispo Turpin, en el libro cuarto del códice Calixtino, había
explicado a los franceses cómo fue el propio Apóstol quien sugirió a Carlomagno
la conveniencia de dirigirse a Galicia para descubrir su tumba y establecer un
camino de peregrinación. Santiago se habría aparecido en sueños al emperador,
caminando por su celeste camino, marchando siempre hacia el oeste... Y, tras la
visión, el emperador se levantó inquieto preguntándose:
Esta
noche ha pasado Santiago
su
camino de luz en el cielo...
¿Dónde
va el peregrino celeste
por el
claro infinito sendero?
La respuesta se hizo evidente, y el
emperador no tuvo más que seguir el sendero marcado para, tras liberar el
camino de infieles, llegar a Compostela y descubrir el sepulcro de Jacobo
Bonaerges. Así dejó establecido el Camino a Santiago, o así al menos nos lo
contó el obispo Turpin. E hizo bien el obispo en atribuirlo todo a un francés
pues así, conocido el chauvinismo galo, el éxito del camino estaba asegurado...
Lo
cierto es que los franceses vinieron muy pronto a Compostela, y su camino
pronto fue el Camino, y Europa se enteró de la existencia de Santiago porque
desde la corte de Aquisgrán, tanto como desde Roma, se encargaron de propagarlo
sin regatear esfuerzos. Papas y franceses fueron los grandes propagandistas del
Camino.
Los caminos salían de Compostela como las
ramas de un árbol salen de su tronco, bifurcándose una y otra vez, llevando y
trayendo savia hasta los brotes más alejados, dándose vida mutuamente. Y la
frondosidad de este árbol místico alcanzó en Francia un máximo: todo sendero,
todo camino parecía dirigirse al sur, al oeste, a Santiago. Pero en su avance
iban juntándose, uniéndose, disminuyendo en número, aumentado en capacidad
hasta unos puntos a partir de los cuales sólo cuatro robustas ramas recogían el
grueso de la savia. Estos puntos eran Tours, Limoges, Le Puy y Tolosa, y las
ramas (o caminos) que hasta ahí llegaban (o que de ahí partían) se denominaron
respectivamente Turonense, Lemovicense, Podiense y Vía Tolosana o Provenzal.
Luego, las primeras por Roncesvalles y la última por Somport, las cuatro acababan
uniéndose en Pamplona y formando el camino francés.
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