Mira bien y verás una cinta de polvillo harinosos y espeso... |
7.10.- El camino del
cielo. Mucho se ha hablado este año del Camino de
Santiago, pero casi siempre mirando al suelo. Sin embargo, allá arriba, en el
firmamento, hay un camino de estrellas que también lleva a Compostela. Nos dice
Federico García Lorca: Esta noche ha pasado Santiago, su camino de luz en el cielo. Lo comentan
los niños jugando con el agua de un cauce sereno...
Mira
bien y verás una cinta
de
polvillo harinoso y espeso
un
borrón que parece de plata
o
de nácar. ¿Lo ves?
Y ese polvillo harinoso y espeso, como pequeñas y redondeadas
chinas del camino, si bien te fijas, son estrellas; pequeñitas, pero estrellas:
Caminito
de Santiago,
enchinarrado
de estrellas,
¿a
dónde llevas el alma
que
se mete por tus huellas?
Para los griegos, esa mancha blancuzca no era sino un chorro de
leche escapado del pecho de Hera cuando amamantaba al pequeño Heracles (así en
su versión latina pasó a llamarse Vía Láctea); aunque otros decían que era la
llameante estela dejada por Faetón y su carro solar en su desordenada carrera a
través del cielo. En cualquier caso, los primeros peregrinos que miraban a
Santiago no tardaron en darse cuenta de que esa era la ruta de occidente, el
camino que había que seguir para llegar al sepulcro del Apóstol. Y desde
entonces, aunque con fortuna diversa, la Vía Láctea quiso llamarse Camino de
Santiago y conducir, vuelta tras vuelta, a millares de peregrinos hacia
Compostela:
Das
la vuelta al firmamento
y
luego vuelta a la vuelta;
eres,
caminito, llanta
de
una enigmática rueda.
(Miguel de
Unamuno)
Curiosamente, ese celeste camino de Santiago, antaño metafórico y
hoy real, aterriza justamente en
Lavacolla, allí donde antes los peregrinos se lavaban y adecentaban, y donde
hoy se une con el camino tradicional para avanzar juntos hasta la tumba del
Apóstol. Claro que, al menos de
momento, esos peregrinos del aire no pueden obtener la acreditación que
representa la Compostela, pero quién
sabe si algún día...
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