domingo, 28 de abril de 2013

Apuntes Jacobeos: El Camino del Cielo


Mira bien y verás una cinta de polvillo harinosos y espeso...

      7.10.- El camino del cielo. Mucho se ha hablado este año del Camino de Santiago, pero casi siempre mirando al suelo. Sin embargo, allá arriba, en el firmamento, hay un camino de estrellas que también lleva a Compostela. Nos dice Federico García LorcaEsta noche ha pasado Santiago, su camino de luz en el cielo. Lo comentan los niños jugando con el agua de un cauce sereno... 

                             Mira bien y verás una cinta
                             de polvillo harinoso y espeso
                             un borrón que parece de plata
                             o de nácar. ¿Lo ves?

      Y ese polvillo harinoso y espeso, como pequeñas y redondeadas chinas del camino, si bien te fijas, son estrellas; pequeñitas, pero estrellas:

                             Caminito de Santiago,
                             enchinarrado de estrellas,
                             ¿a dónde llevas el alma
                             que se mete por tus huellas?

      Para los griegos, esa mancha blancuzca no era sino un chorro de leche escapado del pecho de Hera cuando amamantaba al pequeño Heracles (así en su versión latina pasó a llamarse Vía Láctea); aunque otros decían que era la llameante estela dejada por Faetón y su carro solar en su desordenada carrera a través del cielo. En cualquier caso, los primeros peregrinos que miraban a Santiago no tardaron en darse cuenta de que esa era la ruta de occidente, el camino que había que seguir para llegar al sepulcro del Apóstol. Y desde entonces, aunque con fortuna diversa, la Vía Láctea quiso llamarse Camino de Santiago y conducir, vuelta tras vuelta, a millares de peregrinos hacia Compostela:

                             Das la vuelta al firmamento
                             y luego vuelta a la vuelta;
                             eres, caminito, llanta
                             de una enigmática rueda.
(Miguel de Unamuno)

      Curiosamente, ese celeste camino de Santiago, antaño metafórico y hoy real, aterriza justamente en Lavacolla, allí donde antes los peregrinos se lavaban y adecentaban, y donde hoy se une con el camino tradicional para avanzar juntos hasta la tumba del Apóstol. Claro que, al menos de momento, esos peregrinos del aire no pueden obtener la acreditación que representa la Compostela, pero quién sabe si algún día...

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