lunes, 11 de noviembre de 2013

Apuntes Jacobeos: El peregrino tentado por el diablo


Canecillo del ábside de la iglesia de Santa María de la Concepción, siglos XII-XIII. OCHÁNDURI (La Rioja)


8.10.- El peregrino tentado por el diablo. Este milagro, recogido por el Códice Calixtino y reelaborado por Gonzalo de Berceo, cuenta la historia de Giraldo, un sencillo talabartero lionés, que lleno de devoción por el Apóstol Santiago peregrinaba todos los años a pie hasta su tumba. El hombre era piadoso y cumplidor de los mandamientos de Dios y de la Iglesia, mas aquella vez el talabartero había conocido a una moza de buen ver y no tan buen vivir y había sucumbido a la tentación de la carne. Dicho de otro modo, a pesar de su devoción por el Apóstol, comenzó el camino en pecado.

      Es de suponer que esa circunstancia no fuera del agrado del Apóstol y que, por el contrario, sí lo fuera del diablo que se aprestaba a apoderarse del alma de un hombre bueno. Así que un día, cuando ya el peregrino había recorrido una buena parte del Camino, el diablo se disfrazó de apóstol Santiago y se le apareció al humilde caminante, y le dijo:

      - Siempre me has sido devoto y por mí has pasado sufrimientos y calamidades en el Camino, y siempre me alegré de ello; pero esta vez has emprendido el viaje en pecado, has fornicado y tú sabes que exijo pureza a mis fieles, así que no vas a encontrar consuelo en el viaje.
      - Señor, tú sabes que estoy arrepentido -dijo el buen talabartero a quien no era sino el diablo disfrazado de apóstol-. Volveré a mi casa, me confesaré y reemprenderé el Camino en las condiciones debidas.
    - No es posible, hermano, tu tiempo se ha cumplido -dijo el diablo-. Sólo tu arrepentimiento inmediato y el correspondiente sacrificio penitencial podrán salvarte.
      - Sabes, señor, que estoy arrepentido, dime cuál es el sacrificio que ha de salvar mi alma y lo haré de inmediato.
      - El sacrificio -dijo el diablo ladinamente- no puede ser otro que cortarte los miembros que façen el forniçio.
      - Pero, señor, me moriré desangrado... -se quejó el peregrino-.
      - En ese caso, morirás purgando tus pecados y te salvarás. Morirás como un auténtico mártir.

      El apenado viajero tomó un afilado cuchillo y... Pero dejemos que sea Gonzalo de Berceo quien nos lo cuente:

                             Y le creyó el astroso, el loco trastornado,
                             sacó su cuchillo que tenía amolado,
                             cortó sus genitales el malaventurado,
                             después se degolló y murió excomulgado.

      De inmediato, una legión de diablos voló a su alrededor deseosos de apoderarse del alma del difunto, y tomándola, ya la conducían a lo profundo del infierno cuando apareció el verdadero apóstol Santiago. Con decisión les arrebató el alma del buen peregrino y restituyéndola al cuerpo desangrado lo devolvió a la vida.

                             Y se levantó el cuerpo que estaba trastornado,
                             se limpiaba su cara Giraldo el degollado;
                             permaneció un ratillo como desconcertado,
                             como el hombre que duerme y se despierta airado.

      De la herida que le había producido la degolladura no quedó nada, ni una mísera cicatriz, pues había obrado de  buena fe, en la confianza del Apóstol; mas de lo otro, de aquello con lo que había pecado... Pero, volvamos a Berceo:

                             De lo demás era sano y muy mejorado,
                             salvo por un hilillo que tenía atravesado;
                             mas lo de la natura, cuanto que fue cortado
                             no le creció ni un punto, quedó en aquel estado.

      Numerosas personas que rodeaban el cadáver ensangrentado pudieron dar fe de este milagro, y su cuerpo fue examinado por el abad Hugo de Cluny quien lo testificó todo, confirmando que:

                             Era del todo sano, todo cicatrizado,
                             que para verter el agua quedábale el forado...

      Y el milagro corrió de boca en boca, y para cuando el peregrino resucitado llegó a Compostela todo el mundo era conocedor de la noticia. La gente se acercaba al nuevo Lázaro ansiosa de ver... y comprobar:

                             Sonó por Compostela esta gran maravilla,
                             lo venían a ver todos los de la villa,
                             decían: esta cosa debemos escribirla,
                             que a quien es por venir le placerá oírla.

Ver también: San Ero de Armenteira

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