8.10.- El peregrino tentado por el diablo. Este milagro, recogido por el Códice Calixtino y reelaborado por
Gonzalo de Berceo, cuenta la historia de Giraldo, un sencillo talabartero
lionés, que lleno de devoción por el Apóstol Santiago peregrinaba todos los
años a pie hasta su tumba. El hombre era piadoso y cumplidor de los
mandamientos de Dios y de la Iglesia, mas aquella vez el talabartero había
conocido a una moza de buen ver y no tan buen vivir y había sucumbido a la
tentación de la carne. Dicho de otro modo, a pesar de su devoción por el
Apóstol, comenzó el camino en pecado.
Es de suponer que esa circunstancia no
fuera del agrado del Apóstol y que, por el contrario, sí lo fuera del diablo
que se aprestaba a apoderarse del alma de un hombre bueno. Así que un día,
cuando ya el peregrino había recorrido una buena parte del Camino, el diablo se
disfrazó de apóstol Santiago y se le apareció al humilde caminante, y le dijo:
-
Siempre me has sido devoto y por mí has pasado sufrimientos y calamidades en el
Camino, y siempre me alegré de ello; pero esta vez has emprendido el viaje en pecado,
has fornicado y tú sabes que exijo pureza a mis fieles, así que no vas a encontrar
consuelo en el viaje.
-
Señor, tú sabes que estoy arrepentido -dijo el buen talabartero a quien no era
sino el diablo disfrazado de apóstol-. Volveré a mi casa, me confesaré y
reemprenderé el Camino en las condiciones debidas.
- No es posible, hermano, tu tiempo se ha cumplido -dijo el diablo-. Sólo tu arrepentimiento
inmediato y el correspondiente sacrificio penitencial podrán salvarte.
-
Sabes, señor, que estoy arrepentido, dime cuál es el sacrificio que ha de
salvar mi alma y lo haré de inmediato.
-
El sacrificio -dijo el diablo ladinamente- no puede ser otro que cortarte los miembros que façen el forniçio.
-
Pero, señor, me moriré desangrado... -se quejó el peregrino-.
-
En ese caso, morirás purgando tus pecados y te salvarás. Morirás como un auténtico
mártir.
El apenado viajero tomó un afilado cuchillo
y... Pero dejemos que sea Gonzalo de Berceo quien nos lo cuente:
Y le creyó el astroso, el loco trastornado,
sacó
su cuchillo que tenía amolado,
cortó
sus genitales el malaventurado,
después
se degolló y murió excomulgado.
De inmediato, una legión de diablos voló a
su alrededor deseosos de apoderarse del alma del difunto, y tomándola, ya la
conducían a lo profundo del infierno cuando apareció el verdadero apóstol
Santiago. Con decisión les arrebató el alma del buen peregrino y restituyéndola
al cuerpo desangrado lo devolvió a la vida.
Y se levantó el cuerpo que estaba
trastornado,
se
limpiaba su cara Giraldo el degollado;
permaneció
un ratillo como desconcertado,
como
el hombre que duerme y se despierta airado.
De la herida que le había producido la
degolladura no quedó nada, ni una mísera cicatriz, pues había obrado de buena fe, en la confianza del Apóstol; mas de
lo otro, de aquello con lo que había pecado... Pero, volvamos a Berceo:
De lo demás era sano y muy mejorado,
salvo
por un hilillo que tenía atravesado;
mas
lo de la natura, cuanto que fue cortado
no
le creció ni un punto, quedó en aquel estado.
Numerosas personas que rodeaban el cadáver
ensangrentado pudieron dar fe de este milagro, y su cuerpo fue examinado por el
abad Hugo de Cluny quien lo testificó todo, confirmando que:
Era del todo sano, todo cicatrizado,
que
para verter el agua quedábale el forado...
Y el milagro corrió de boca en boca, y
para cuando el peregrino resucitado llegó a Compostela todo el mundo era
conocedor de la noticia. La gente se acercaba al nuevo Lázaro ansiosa de ver...
y comprobar:
Sonó por Compostela esta gran maravilla,
lo
venían a ver todos los de la villa,
decían:
esta cosa debemos escribirla,
que
a quien es por venir le placerá oírla.
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