miércoles, 16 de junio de 2010

Apuntes jacobeos: Diez símbolos compostelanos

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 Caminantes portugueses se dirigen a Compostela

El Códice Calixtino habla de catervas y falanges de gentes que se acercan a Santiago procedentes de las cuatro esquinas del mundo conocido, y especifica:

A este lugar vienen los pueblos bárbaros y los de todos los climas, a saber: francos, normandos, escoceses, irlandeses, galos, teutones, íberos, gascones, baleáricos, impíos navarros, vascos, godos, provenzales, lotaringios, catos, anglos, britinos, flamencos, grisones, alóbregos, ítalos, de Apulia, de Dacia, de Noruega, rusos, nubios, partos, romanos, gálatas, efesios, medos, toscanos, calabreses, sajones, sicilianos, asiáticos, los de Ponto, de Bitinia, de la India, cretenses, jerosolimitanos, de Antioquía, galileos, sardos, chipriotas, húngaros, búlgaros, eslavos, africanos, persas, alejandrinos, egipcios, sirios, árabes, colosenses, moros, etíopes, filipenses, capadocios, corintios, elamitas, mesopotámicos, libios, cirinenses, panfilianos, cilicios, judeos, y muchas más gentes innumerables de todas las lenguas, tribus y naciones. ¿Quienes nos quedan por añadir?

Del mundo conocido sólo nos faltan los chinos, pero en aquella época a China aún no había llegado el mensaje de Cristo.


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Diez símbolos y oficios jacobeos

El mundo se encaminaba a Compostela. De todas partes venían peregrinos. Hasta vinieron de la India, pueblo en cuya existencia se creía porque en la edad media se creía todo. Y todos se vistieron con unas ropas capaces de identificarlos como caminantes, se pusieron símbolos para que no hubiera dudas sobre sus intenciones, y caminaron día tras día, bajo el sol y bajo la lluvia. Pero, con todo, los elementos identificativos fueron apareciendo poco a poco.

En un principio, como es obvio, la ropa del peregrino se correspondía con la moda de la época. Sólo la creación de cofradías fue imponiendo unas ciertas costumbres de vestimenta y adorno que acabaron por convertirse en una credencial identificativa de quienes las portaban. En el libro registro de enfermos del Hospital de los Reyes Católicos de Santiago se nos da una descripción muy completa de la vestimenta y equipo de uno de los peregrinos que entró allí como enfermo y en la que todavía no aparecen los símbolos clásicos:

Trajo una chupa de paño azul, calzón de pellica viejo, medias de lana abatanadas viejas, una cartera de hojalata con sus pasaportes, tres pesos y un real de plata en monedas de Francia, un par de zapatos viejos, una caja con diecisiete rosarios de madera negros, una camisa vieja y rota, tres pedazos de suela de cuero nueva y otros andrajos.

Pero esa simbología no tardaría en aparecer y en convertirse en ineludible para todo peregrino, tanto que, una vez de regreso en su casa, solía guardarla como oro en paño para ponérsela en ocasiones singulares o, incluso, para usarla como mortaja el día de su entierro. Era una vestimenta con la que se sentía orgulloso, bello y elegante. Con ella puesta debía imaginarse cual nuevo Apóstol recorriendo misteriosos caminos de embriagadoras esencias:

Esta noche ha pasado Santiago
su camino de luz en el cielo.
Lo comentan los niños jugando
con el agua de un cauce sereno.
.....
Era dulce el apóstol divino
más aún que la luna de enero.
A su paso dejó por la senda
un olor de azucenas y de incienso.
.....
¡Niños, chicos, pensad en Santiago
por los turbios caminos del sueño!
¡Noche clara, finales de julio!
¡Ha pasado Santiago en el cielo!
.....

Federico Garcia Lorca: Santiago (balada ingenua)

(Seguro que los que estuvísteis en Carrión la recordaréis, ¿verdad? ¡qué pena que nos falte Ángel Lafuente para leerla...!

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