lunes, 21 de junio de 2010

Diario de una pareja de peregrinos: Etapa 17: de León a San Martín del Camino / 25,9 kms

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La catedral de León, para muchos, la más bella de España

Llegar a León después de tan larga etapa nos obligaba a hacer hoy una más sencilla. Y por dos razones: León merece una visita sosegada y además, necesitábamos una jornada descansada. Bien prontito, eso sí, comenzamos a saborear la belleza de la ciudad. Utilizando para ello el transporte público, pues por la tarde habría que reiniciar la ruta, visitamos el casco viejo, la casa Botines, una de las más conocidas obras del gran Gaudí fuera de Cataluña, la basílica de San Isidoro, el Monasterio de San Marcos, dejando para el final la Catedral de Santa María. Los peregrinos franceses suelen contar la emoción que sienten cuando divisan sus torres góticas desde la entrada de la ciudad por Puente Castro, ya que les son muy familiares. Ciertamente, la de León recuerda a la de Reims incluyendo, ya en el interior, las bellas y coloridas vidrieras con motivos del Antiguo Testamento, que también recuerdan las de la catedral de Metz, obra del maestro Chagall. Tuvimos la suerte de que, al llegar a la plaza de la fachada occidental y, viéndonos con las credenciales que portábamos en la mano con la intención de sellarlas en la propia catedral, un grupo de peregrinos portugueses que habían contratado su propia guía, nos invitaran a acompañarles en la visita guiada. Otra vez una muestra de la extraordinaria solidaridad y sentido del compañerismo tanta veces puesto de manifiesto en la Ruta.

Vidriera y retablo de la catedral de León

Bien, era hora de reiniciar la marcha. Atravesando la plaza donde está el Hostal San Marcos y cruzando el Bernesga, la Avenida de Quevedo (que es el propio Camino de Santiago) nos sitúa en las afueras de la ciudad, apenas delimitada por unos semáforos de la siguiente localidad, Trobajos del Camino, seguida por La Virgen y San Miguel, ambas con el mismo peregrino apellido.

Cigüeñas en San Martín del Camino

Pasados todos esos pueblos, en realidad periferia de la gran urbe leonesa, volvemos a la ruta rural, aunque flanqueados por la propia carretera nacional. De nuevo el páramo castellano-leonés será nuestro acompañante durante varios kilómetros. Algo más adelante, nos topamos con un arroyo que, en un año tan lluvioso como éste, ha terminado por inundar el sendero. Allí, un matrimonio coreano, de avanzada edad y no muy buen equipo, esperaba la llegada de algún peregrino que les ayudase a vadearlo. Tuvimos la ocasión de ser nosotros quienes les ayudamos, cargando sus mochilas y guiando sus pasos entre las inestables piedras. Al terminar de vadearlo, nos agradecieron muy expresivamente, a la manera oriental, nuestra intervención. Compartimos con ellos los siguientes kilómetros hasta llegar a Villadangos del Páramo, donde nuestros amigos coreanos insistieron en invitarnos a comer algo lo que, para su sincera satisfacción, aceptamos de buen grado. No eran exactamente peregrinos, pero se comportaron con tanta educación y con unas maneras tan serenas y sencillas que la anécdota nos pareció un nuevo y bello ejemplo de la amistad espontánea, tan propia del Camino.

Ellos prefirieron quedarse en Villadangos donde, además, sellamos credenciales ya que otros peregrinos nos habían recomendado hacerlo aunque no fuera final de etapa. Nosotros seguimos unos kilómetros más hasta llegar a San Martín del (¿cómo no?) Camino y, ciertamente, no encontramos donde sellar, aunque sí donde alojarnos.
M&JF

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