Hito que marca la mitad del Camino
Salimos de Carrión de los Condes con una nueva y fugaz mirada al Monasterio de San Zoilo, junto al que discurre el Camino. No teníamos claro dónde iba a terminar la jornada. Ledigos, justo en la mitad del recorrido o Terradillos de los Templarios parecían ser, por la distancia, el final lógico de la etapa, aproximadamente a 20 y 26 kilómetros, respectivamente, del punto de salida.
Pocos kilómetros después nos esperaba el cruce con la llamada Via Aquitana, antigua calzada romana que unía Burdeos con Astorga. Los siguientes kilómetros serán comunes a la calzada y se trata de uno de los pocos tramos actuales que se corresponden exacta y documentalmente con la traza histórica de la ruta jacobea, la misma que se utilizaba desde el comienzo de las peregrinaciones.
Incluso de noche, el labrador continua su trabajo
La facilidad de la ruta y los escasos desniveles nos pusieron en seguida en Calzadilla de la Cueza, donde hicimos un alto para reponer fuerzas en un sencillo establecimiento, atendidos por cierto de maravilla por una joven marroquí, que hizo gala de un castellano casi perfecto y unos modos muy profesionales. Con comentarios de reconocimiento para aquellos emigrantes que han podido, han querido o han sabido integrarse en la sociedad que les acoge reanudamos la marcha, camino de Ledigos, donde un simbólico hito marca la mitad del Camino. Era pronto, íbamos con fuerzas y decidimos continuar hacia Terradillos, situada a 26 kms. de Carrión.
Y entonces cometimos la imprudencia. Estábamos eufóricos, ya habíamos hecho, con creces, más de la distancia recomendada para una jornada caminando, sin notar cansancio. Llenos de atrevimiento, de suficiencia e incluso algo soberbios, decidimos continuar a Sahagún. La tarde se echaba encima pero estábamos tan seguros de nuestras fuerzas que creímos que llegaríamos aún con algo de luz. La travesía de pueblos como Moratinos y San Nicolás del Real Camino nos dejaron como recuerdo bellas imágenes de la puesta de sol, alguna de ellas incluso con el esforzado labrador trabajando casi de noche. Después de abandonar la provincia de Palencia y entrar en la de León, que nos acompañará todavía muchas jornadas más, nos dirigimos hacia Sahagún guiados sólo por el horizonte de las luces de la ciudad, siguiendo la senda de tierra que discurre casi en paralelo a la carretera.
Únicamente las luces de Sahagún, a lo lejos, guiaban nuestro camino en la oscuridad
Nos creímos capaces de todo, de hacer más de cuarenta kilómetros diarios, de caminar de noche, de sortear cualquier obstáculo que pudiera presentarse. Y recibimos la necesaria y merecida cura de humildad. A causa de la ausencia de luz mi compañera no se percató de las irregularidades de la senda y un mal paso dio con ella por el suelo y con un serio esguince de tobillo. Además de entrar renqueando en Sahagún, por consejo médico hubimos de suspender algunas jornadas nuestra peregrinación. Lección aprendida, sin duda. Las cosas tienen sus tiempos, las personas sus capacidades y el Camino sus reglas. No debe el peregrino, mal aconsejado por la euforia y la autosuficiencia, pretender alterarlas.
M & JF
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