Viñedos y frutales, detrás los montes Aquilanos
Sólo salir de Ponferrada, habida cuenta de sus dimensiones urbanas, ya es un ejercicio físico importante, máxime cuando las siguientes localidades, como Columbrianos o Compostilla son, en realidad, aledaños de la gran capital del Bierzo. Cruces de carreteras, de avenidas, zonas industriales y comerciales se suceden unas a otras hasta volver a transitar por caminos más o menos rurales, en definitiva, hasta dejar de pisar asfalto.
La relativa proximidad a Galicia y sobre todo, una mejoría del tiempo, hacen aumentar el número de peregrinos, caminantes o ciclistas y por ello se nos hizo muy ameno al ser muy frecuentes las charlas y encuentros con peregrinos de todas procedencias; un par de amigos brasileños, poco acostumbrados a los fríos, que habían salido de Astorga y les había sorprendido, como a nosotros, la tormenta de nieve en Foncebadón y habían aprovechado su paso por Ponferrada para equiparse mejor. También dos navarras que hacían, cada año, una semana del Camino y pensaban terminar la de éste en O Cebreiro, en fin, que resultaba difícil no compartir con algún compañero de camino el café o el bocadillo y conversar algo, por poco que fuera. Es verdad que algunos peregrinos prefieren (o preferimos) el silencio y el recogimiento, “mirándose por dentro”, como nos había dicho el párroco de El Burgo días atrás.
Algo más adelante, vuelve la zona urbana, Camponaraya, a cuya salida, volviendo a sendas rurales, nos sorprenden unos voluntarios desinteresados al ofrecernos agua y refrescos desde una sencilla mesa de camping situada a la vera del camino. El Bierzo se nos presenta en todo su esplendor agrícola. Las bellas vistas que nos ofrece la ruta nos obligan a detenernos varias veces. Aquí, los viñedos de uva Mencía, salpicados de cerezos y perales; allá, Ponferrada. Más lejos, pero reconocibles, Las Médulas, ese impresionante espectáculo que por ser, es naturaleza, es ingeniería y es historia. Así llegamos a Cacabelos donde repusimos fuerzas con un menú del peregrino en uno de los muchos establecimientos del entorno de la Plaza Mayor. Acertamos con la elección aleatoria, el Mesón Apóstol, al que citamos, por su nombre, su relación calidad-precio y la simpatía y afecto con que trataron a cuantos peregrinos entramos en él.
Iglesia de Santiago en Villafranca
Y reiniciamos la ruta, a veces sobre asfalto, otras sobre pistas agrarias, pero siempre entre viñedos y frutales, hasta alcanzar Villafranca del Bierzo. El peregrino se reconforta con la Iglesia de Santiago, románica de transición, al conocer que es posible ganar las indulgencias compostelanas si alguna enfermedad le impide proseguir a Santiago. No era el caso, gracias a Dios, pero de ese singular y casi desconocido privilegio se informa a los peregrinos en la misma Puerta del Perdón del citado templo de esta localidad berciana, donde sellamos nuestras credenciales.
Con un pequeño recorrido por el Castillo, la Iglesia de San Francisco y la singular calle del Agua de Villafranca, conjunto histórico artístico, damos por concluida la jornada. Es preciso un buen descanso; mañana nos espera la etapa reina, la subida al Cebreiro, la entrada en Galicia. Muchas dificultades y muchas ilusiones nos esperan en un día que, probablemente, tenga un significado especial, el comienzo de la última y más emocionante parte del Camino.
M & JF
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